El boom de El Eternauta llevó a muchos porteños a buscar en la Ciudad y el conurbano norte las referencias a la serie que está entre las más vistas de Netflix. Cada paso de Juan Salvo bajo la nieve tóxica era una oportunidad para reconocer espacios, calles, estaciones de trenes o avenidas de los barrios de Buenos Aires. En el capítulo 6 de la serie, ya bajo el ataque de los cascarudos extraterrestres, El Eternauta y un grupo de militares llegan hasta la torre Dorrego, también conocida como “el rulero de Palermo”. Desde allí, transmiten un mensaje a toda la ciudad para comenzar a reunir voluntarios para iniciar la resistencia contra el invasor.
Joaquín Castro tiene 25 años y es estudiante de paisajismo en la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Buenos Aires. El joven estudiante también tiene una cuenta de Instagram y TikTok que se llama Buenos Aires al paso. Desde allí, toma fotos y edita videos con las curiosidades edilicias porteñas. La semana pasada pudo acceder al edificio de Dorrego y recorrer sus pasillos. “Es un claro ejemplo de brutalismo en la ciudad – explica Joaquín en diálogo con Infobae-. Soy amante de la estética soviética. Y este edificio es un claro ejemplo de eso. Imaginen en 1972, momento de su construcción rodeado de las casitas bajas de Palermo”.
El origen del “rulero de Palermo”
La ciudad todavía no se había rendido a las torres de vidrio ni al frenesí de las inmobiliarias. Era 1972 y Palermo no era Palermo Hollywood ni Soho. Era un barrio de patios con parras, casonas bajas, olor a parrilla y talleres mecánicos.
Ese año, en la esquina de Dorrego y Luis María Campos emergió la mole de treinta pisos y un semicírculo perfecto clavado en vertical, como si alguien hubiera encajado un rulero gigante en medio del barrio.
—El edificio más alto del país —decían algunos.
—Un capricho de arquitecto —decían otros.
El edificio fue diseñada por los arquitectos Luis T. Caffarini, Alfredo Joselevich y Alberto Ricur. “Una torre cilíndrica de núcleo central, con cuatro departamentos por piso y balcones volados en todo el perímetro” explicaban los manuales. El rulero —el apodo nació en la calle, no en la mesa de dibujo— comenzó como un emblema de modernidad. La estructura fue toda de hormigón armado. “Da la sensación de apocalíptico por la construcción de hormigón que le da un toque como si estuviese abandonado. Creo que por eso lo eligieron para la serie. Da la sensación que le falta pintura”, sostiene el creador de la cuenta @buenosairesalpaso.
Tenía un sistema innovador de núcleos centrales de servicios: dos ascensores, escalera y cañerías concentrados en el centro exacto del círculo, para dejar libre todo el perímetro a la vista. Desde cada departamento se podía ver la ciudad girar como un carrusel. “Su forma semicircular responde a la orientación del sol. El objetivo fue que todos los cooperativistas tengan la misma cantidad de luz e iguales vistas. por esta geometría se lo llama el rulero, y su estructura de hormigón armado a la vista es muy llamativa”, explica Joaquín.
En su inauguración, los diarios destacaban sus formas, su ubicación estratégica entre los bosques de Palermo y el barrio de Belgrano, su cercanía al hipódromo y al canal de televisión. Nadie sabía aún que ese mismo diseño —tan funcional, tan perfecto— haría del Rulero un objeto de culto, de misterio y de deseo. Surgió en una zona militar a pocas cuadras del Regimiento Patricios y del hospital militar. Por eso fue promovido por la Cooperativa de Vivienda, Crédito y Consumo Limitada “Casa Propia, Ahorro y Bienestar” (C.A.P.A.Y.B.I.), una entidad civil sin fines de lucro cuyo objetivo era entregar casa propia a sus asociados, que en su totalidad eran jefes y oficiales de las Fuerzas Armadas.
Vivir en la torre Dorrego
Subir en ascensor hasta el piso 30 del Rulero es una experiencia sensorial. A medida que se asciende, las ventanas curvas del palier revelan una postal distinta de la ciudad. Una línea de árboles que parece una mancha verde, la pista del Hipódromo que se curva como una cicatriz, los edificios de Belgrano que asoman como soldados en formación. Y desde la terraza se puede ver la cancha de River, como lo hace El Eternauta antes del final de la primera temporada de la serie.
La vista 360°, gracias a la forma circular de cada planta, convierte a cada departamento en una suerte de mirador privado. Castro recorrió uno de los departamentos y cuenta que todos tienen dependencias de servicios y que en cada torre hay cuatro departamentos. “Está armado para que la ventana de la cocina da hacia el patio interior y todas las habitaciones y el living comedor hacia afuera. Desde los pisos más altos se ve hasta el río”, cuenta el influencer.
¿Cuánto cuesta hoy un departamento en el Rulero? Según los portales inmobiliarios y los relevamientos actuales: Un monoambiente de 40 m² ronda los US$ 80.000 a 90.000. Un 3 ambientes con vista al río, cerca de los 80 m², se ofrece por US$ 150.000 a 180.000. Los alquileres, para unidades similares, van desde los US$ 500 mensuales, con picos de hasta US$ 1200 por pisos altos o unidades remodeladas con vista panorámica. Y luego están los penthouses: dos unidades por planta en los pisos 29 y 30, con terraza propia y vistas a toda la ciudad. Ahí, el precio es otro idioma. Una propiedad allí puede alcanzar los US$ 400.000 o más, dependiendo del estado.
Todos los departamentos tienen balcones corridos que abrazan la planta completa. Hay doble circulación de aire. Luz durante todo el día. Y una sensación inusual de estar flotando sobre la ciudad.
El hall de entrada conserva el mármol original. Hay cámaras, portero y vigilancia las 24 horas.
Las huellas de Oesterheld
En uno de los pisos altos del Rulero vivió Elsa Sánchez de Oesterheld, la mujer que sobrevivió a la represión de la última dictadura. Los militares secuestraron a su marido, Germán Oesterheld, creador de la historieta de El Eternauta, a sus cuatro hijas con sus respectivas parejas.
Los vecinos solían verla a veces con una bolsa del supermercado chino de la esquina, otras con un libro en la mano. La mayoría de los vecinos no sabía quién era. Una anciana más en un edificio que tiene de todo: abogados, artistas, publicistas, y también fantasmas.
Su apellido —Oesterheld— es sinónimo de resistencia y tragedia. Fue la viuda de Héctor Germán Oesterheld, el creador de El Eternauta, secuestrado en 1977 por el Ejército junto a sus hijas militantes. Ninguna volvió. Él, tampoco.
En su casa de Palermo, el Rulero era el último bastión, un mirador desde donde hablaba con periodistas, recibía a estudiantes que querían escuchar la historia de El Eternauta.
La mujer dio su testimonio en el 2010 para el documental Nosotras de la TV Pública. “Fue el único departamento que conseguí. No lo quería porque eran todos milicos. Me tenía que adaptar a lo que yo tenía de dinero, lo que me daba la casa era para comprar este departamento”.
“Los periodistas me decían: ´¿Cómo vas a comprar ahí? Me advertían: ´Está Bignone (último presidente de la dictadura) acá, ¿cómo vas a hacer?´ Lo encontraba en los negocios y me saludaba”, contaba entonces Elsa.