Cafetines de Buenos Aires: un lugar tradicional en el que predominan la simbología masónica y el espíritu de los patriotas de Mayo

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El Café de Marco, en la calle Perón al 1200

Hoy, 25 de mayo, fecha patria, es oportuno traer al relato la historia de un café que fue punto de reunión de los patriotas revolucionarios que participaron de la Semana que concluyó con el derrocamiento del Virrey Cisneros y la conformación de la Primera Junta de gobierno, me refiero al célebre Café de Marco.

¿Es que aún sigue funcionando ese café colonial inaugurado en 1801? No, pero sí. Lo explico.

Según publicó el periódico Telégrafo Mercantil, el Café de Marco abrió el 4 de junio de 1801 en la esquina noreste de las actuales Bolívar y Alsina. Pedro José Marco, oriundo de Cataluña, fue su propietario. El cartel comercial del negocio rezaba: Villar —así, con v corta—, confitería, botillería.

El local disponía de dos billares, cantidad que daba cuenta de su categoría. Se ofrecía café, chocolate caliente, vinos españoles, anís, jugos de limón o naranja y sangría. También brindaba un servicio de carruaje para los días de mal tiempo.

El Café de Marco actual se ofrece como un lugar de reunión como fue su homónimo de los tiempos la Revolución de Mayo

No existe reseña que narre los históricos sucesos de la Semana de Mayo que no lo mencione. La presencia de Mariano Moreno, Manuel Belgrano, Juan José Castelli, Vicente López y Planes, Domingo French, Antonio Berutti y Bernardo de Monteagudo entre su clientela lo colocan como punto de referencia ineludible al momento de trazar en un mapa de la pequeña aldea que era Buenos Aires, los movimientos que ocurrían en los alrededores de la Plaza Mayor. Por si no quedó claro, el Café de Marco estaba ubicado a 100 metros del Cabildo.

Sin embargo, esa “peña maya” de patriotas no fue el único hito destacado ocurrido en el interior del café. Existieron otros dos, también trascendentes. En 1808, cuando España y Francia entraron en guerra, el país de nacimiento del Virrey Liniers comenzó a ser cuestionado. El 1 de enero de 1809 Martín de Álzaga, miembro del Cabildo, provocó dentro del café una asonada con la intención de destituir al Virrey. Como respuesta, el francés Liniers mandó a cerrar el local y le dio tres días a Marco para salir de la ciudad. El Café de Marco recién pudo reabrir en agosto de ese año, una vez que el Virrey fuera cambiado por quien terminó siendo el último, Baltasar Hidalgo de Cisneros.

El otro episodio ocurrió en 1811. Por entonces, el Café de Marco se había consolidado como centro morenista. O sea, opositor al estilo de conducción adquirido por la Junta Grande que reemplazó a la Primera Junta. Las disputas entre ambas facciones alcanzaron al interior del café. A menos de un año de la Revolución de Mayo se conoció el primer conflicto divisionista entre las dos posturas dominantes que pugnaban para liderar la construcción de una nación: morenistas y saavedristas.

El Café de Marco original estaba situado en la esquina de Bolívar y Alsina, a metros del histórico Cabildo

El 6 de abril de ese año, grupos militares que respondían a Saavedra y el Deán Funes —miembro de la Junta Grande por la ciudad de Córdoba— detuvieron y deportaron a los seguidores de Mariano Moreno, quien, en esa fecha, viajaba —ya muerto aunque por estos pagos aún se desconocía la noticia— rumbo a Londres.

El Café de Marco se mantuvo abierto hasta 1871. La epidemia de Fiebre Amarilla que produjo la mudanza masiva de vecinos lo vació de clientes. Luego, en su lugar se construyó un edificio de tres niveles con un café bar en la planta baja. Una fotografía de 1950 lo registra. Pero ocurrió otra demolición que derivó en la edificación que conocemos hoy.

¿Pero entonces funciona en la actualidad otro Café de Marco que mantiene el legado histórico de aquel? Sí, pero no. También lo explico.

Marco Antonio Arslanian es primera generación de argentinos de una familia que escapó del genocidio armenio. En 1915, su abuela, cuando era una niña, fue trasladada a Beirut. Sin muchos más motivos que el de no permitir que se extinguiera su la cultura de su pueblo, se casó y tuvo tres hijos. Antranik, fue el padre de Marco.

Luego de instalada la familia Arslanian en Buenos Aires, en 1975 nació Marco. En su casa se hablaba en turco y al niño Marco lo mandaron a estudiar a una escuela armenia en Valentín Alsina.

El maniquí de un granadero vigila el lugar

De inmediato, Marco tomó partido por su país de nacimiento. Y en la escuela quedó cautivado por nuestra Historia y sus próceres. En particular, por José de San Martín. Fue para un acto escolar que Marco se ofreció para representar al “Libertador de América”. Nadie en la escuela confió en su caracterización, pero el niño Marco sostuvo su rol de puro porfiado.

Las autoridades de la escuela conocían la escasez de recursos con la que contaban los Arslanian para caracterizar a Marquito como exigía el papel principal de la Historia. Nada lo amilanó. “Cuando se acaben los vestuarios, nos vestiremos con la bayetilla que nos trabajen nuestras mujeres, y si no, andaremos en pelota, como nuestros paisanos los indios”, escribió el Libertador en la orden general al Ejército de los Andes.

Al momento de pisar el escenario, la actitud y postura de Marco disimuló cualquier carencia. Una exclamación de asombro recorrió a todo el alumnado y a los padres presentes. Marco era San Martín.

Como pudo, entre distintos trabajos, terminó la secundaria. El interés por el General Don José lo siguió acompañando. La lectura de textos históricos le enseñaron que San Martín, activo masón, creó la Logia Lautaro al llegar al puerto de Buenos Aires el 9 de marzo de 1812. También se enteró de la existencia del Café de Marco, el café de los patriotas.

Una réplica del sable corvo de José de San Martín asoma en el Café de Marco

Movido por la curiosidad, Marco Antonio se acercó hasta la esquina de Bolívar y Alsina para constatar que la única esquina que no mantenía una antigüedad acorde a su historial era la del viejo café. Fue entonces que se propuso, cuando se sintiera preparado y surgiera la oportunidad, retomar esa historia.

En 2005 Marco se inició en la masonería. También empezó a trabajar como orfebre y comenzó a producir joyería masónica. Un buen día, el local que estaba frente a su negocio colgó el cartel: “Se alquila”. Marco entendió su momento y tomó la decisión de abrir un nuevo Café de Marco. Su nombre comercial era inobjetable.

A comienzos de 2014 recibí un mail invitándome a un bar que acababa de abrir en Perón entre Libertad y Talcahuano. Su nombre: El Café de Marco. El convite venía directo de su dueño, Marco Antonio Arslanian, quien quería intercambiar algunas ideas con respecto al rumbo narrativo que debía tomar su emprendimiento. No voy a negar que me sentí halagado por la consulta. Como que la sola idea de reabrir el mítico Café de Marco de la época colonial, doscientos años después, en otro barrio, me puso en guardia.

Mis sospechas no habían sido infundadas. La intención de Marco Antonio era recrear el perfil nacionalista y patriótico del Café de Marco. En la charla me enteré de su oficio como orfebre y su pertenencia a la masonería. “Listo-le dije- este tiene que ser un café masón. Así tenés que salir a jugar tu partido”.

El Café de Marco está ubicado en la calle Teniente General Perón 1259, en diagonal a la sede de la Gran Logia Argentina de Libres y Aceptados Masones. Los planos de la institución masónica, emplazada en Teniente General Perón 1242, corresponden al ingeniero Carlos Pellegrini, también masón claro, padre de quien fue presidente de la Nación. Se dice que la fachada cóncava representa un simbólico abrazo de bienvenida a sus miembros.

El edificio de la Gran Logia Argentina de Libres y Aceptados Masones, frente al Café de Marco

En sus salones se reunieron Bartolomé Mitre, Domingo Faustino Sarmiento, Carlos Pellegrini, Alfredo Palacios e Hipólito Yrigoyen. ¿Está claro el perfil que debía lucir el café de Marco Antonio, no?

El nuevo Café de Marco es todo obra de su dueño. El local tenía un amplio ingreso con portón de metal parecido a un taller. Marco Antonio recompuso la fachada, compró las puertas y ventanas, diseñó sus molduras y dejó al descubierto el techo original de bovedilla para darle un carácter de casa antigua. Por lo demás, las imágenes masónicas están en cada detalle. El más llamativo es la disposición de los cubiertos para el armado de las mesas: están puestos de modo que representen al compás de la simbología masónica.

Entrar al Café de Marco es como recorrer una sala anexa del Cabildo. Las paredes interiores están dominadas por imágenes de nuestros primeros patriotas, miembros de la Primera Junta. Hay una del General Martín Miguel de Güemes donada por el Museo Güemesiano Gauchesco de San Lorenzo, Salta. Otra del Almirante Brown, obsequio de la Armada Argentina. Una lámina que recuerda al Cabildo Abierto de 1810 cedida por el Museo Histórico Nacional.

En otro sector hay un maniquí que representa a un integrante del Regimiento de Granaderos a Caballo “General San Martín” que Marco fue vistiendo de a poco, a medida que conseguía de coleccionistas las distintas partes del uniforme. También hay colgada una réplica del célebre sable corvo de San Martín. Y una vitrina especial está dedicada a la Guerra de Malvinas con donaciones recibidas de ex combatientes. En fin, pura patria.

Un cuadro de Martín Miguel de Güemes forma parte de la iconografía patriótica del Café de Marco

La cuenta de Instagram del café lo menciona como el primer restaurante masón en Latinoamérica. Bien. Pero si le sumamos las dos propiedades vecinas: una galería de arte más el hostel Le Templier, que también pertenecen a Marco, y proyectamos la apertura de una zapatería y sastrería que este emprendedor está considerando para abrir en los mismos cien metros de Perón al 1200, ahora sí podría afirmarse que es la cuadra masónica sin igual en el mundo.

Hoy Marco Antonio Arslanian se encuentra inactivo dentro de la masonería, pero, me dice, “la llama sigue viva”. En cada fecha patria, carga el auto y se acerca hasta el Cabildo para proveer de chocolate caliente y churros al piberío que, como le ocurrió a él, construye su argentinidad a base de sostener tradiciones.

El nuevo Café de Marco, además de masón, es un auténtico café patriota. En 2015 fue declarado de interés cultural por la Legislatura porteña. Es el café de un descendiente de una familia armenia, que hablaba turco y se formó en una escuela pública. Más orgullo por pertenecer a este país no cabe. Es el mejor del mundo. Que tengan un feliz 25 de mayo. Viva la Patria.

Instagram: @cafecontado