El líder religioso que causó controversias por su aparente silencio ante el nazismo mientras salvaba vidas desde la clandestinidad

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El papa Pío XII, con el anillo de San Pedro, alza la mano en una bendición papal en el Vaticano en septiembre de 1945. (AP Photo, file)

Eugenio Maria Giuseppe Giovanni Pacelli nació el 2 de marzo de 1876 en Roma, en una familia de tradición eclesiástica ligada al Vaticano. Estudió en la Universidad Gregoriana, obteniendo una licenciatura en Teología, y fue ordenado sacerdote en 1899. Su talento diplomático lo llevó a ser nuncio apostólico en Alemania entre 1917 y 1929, donde fue testigo del ascenso del nazismo. En 1930, bajo Pío XI, asumió como cardenal secretario de Estado, contribuyendo a la redacción de la motu proprio “Mit Brennender Sorge” (1937), una condena al régimen nazi. Elegido papa el 2 de marzo de 1939, asumió el pontificado en vísperas de la Segunda Guerra Mundial. Su reinado, hasta su muerte el 9 de octubre de 1958 en Castel Gandolfo, estuvo marcado por su prudencia diplomática y su compromiso con los perseguidos. En 2009, Benedicto XVI lo declaró venerable, aunque su proceso de canonización sigue siendo debatido.

Cuando Pío XII asumió el papado, Europa estaba al borde del abismo. La Alemania nazi expandía su maquinaria de muerte, y Roma, bajo el régimen fascista de Mussolini, se convirtió en un polvorín tras la ocupación alemana en 1943. El Vaticano, un enclave neutral rodeado por fuerzas hostiles, se encontraba en una posición delicada. Críticos como John Cornwell, en su libro El Papa de Hitler, han acusado a Pío XII de pasividad frente al Holocausto. Sin embargo esta narrativa, que algunos historiadores atribuyen a una campaña de desprestigio soviética de los años 60, pierde fuerza ante la evidencia de los archivos secretos del Vaticano y los testimonios de líderes judíos de la época.

El historiador Pinchas Lapide, en su libro Tres papas y los judíos, estima que la Iglesia católica, bajo Pío XII, salvó entre 750.000 y 850.000 judíos durante la guerra. “El papa Pacelli fue un hombre que actuó más de lo que habló”, afirmó Lapide, destacando que su silencio público fue una estrategia para evitar represalias nazis. Golda Meir, entonces ministra de Exteriores de Israel, expresó tras su muerte en 1958: “Cuando el martirio más oscuro se abatió sobre nuestro pueblo, la voz del papa se alzó en simpatía. Su vida fue un testimonio de humanidad”. Estas palabras reflejan el impacto de un pontífice que, en lugar de arriesgar vidas con condenas públicas, optó por una resistencia silenciosa.

Uno de los legados más contundentes de Pío XII fue su orden directa de abrir conventos, monasterios e iglesias en Italia para esconder a judíos perseguidos. Según la Fundación Internacional Raoul Wallenberg, más de 500 instituciones católicas, conocidas como “Casas de Vida”, sirvieron como refugios en Italia, Francia, Hungría y otros países. En Roma, unas 4.500 personas encontraron asilo en estas instituciones, muchas bajo la supervisión directa del Vaticano.

El padre Peter Gumpel, postulador de la causa de beatificación de Pío XII, afirmó: “El papa dio instrucciones claras a los obispos y superiores religiosos para que abrieran sus puertas a los judíos. En Castel Gandolfo hasta 40 niños judíos nacieron, algunos en la propia cama del papa”. Este testimonio resalta cómo la residencia papal se convirtió en un santuario seguro. Durante la ocupación nazi de Roma, entre 1943 y 1944, Castel Gandolfo albergó a unas 2.000 personas, en su mayoría judíos, a quienes se proporcionaron alimentos y atención médica.

Retrato del papa Pío XII el 26 de noviembre de 1955 en Castel Gandolfo. (AFP)

El Vaticano mismo se transformó en un refugio. Cuando los nazis exigieron 50 kilos de oro a la comunidad judía de Roma, en septiembre de 1943, Pío XII ordenó a las parroquias recolectar el metal para completar la suma, aunque la redada del 16 de octubre ocurrió de todos modos. En respuesta, el papa intensificó sus esfuerzos acogiendo a cientos de judíos dentro de los muros vaticanos. El cardenal Tarcisio Bertone, en un discurso de 2008, afirmó: “Pío XII convirtió el Vaticano en un lugar de salvación, un faro en medio de la tormenta”. Instituciones como el Collegio San Giuseppe Instituto De Merode y el Convento de las Hermanas de Nuestra Señora de Sión, en Roma, fueron reconocidas como “Casas de Vida” por su papel en la protección de familias judías.

Uno de los episodios más significativos del pontificado de Pío XII es la conversión al catolicismo de Israel Zolli, rabino jefe de Roma, durante la guerra. Zolli, que se refugió en el Vaticano tras la ocupación nazi en 1943, fue testigo directo de los esfuerzos del papa por salvar a su comunidad. El 4 de junio de 1944, tras la liberación de Roma, Zolli organizó una ceremonia en la sinagoga romana para agradecer públicamente a Pío XII. En una audiencia oficial el 25 de julio de 1944 expresó su gratitud por “las innumerables obras de caridad que, personalmente o a través de los católicos, el papa había realizado en favor de los judíos”.

En febrero de 1945, Zolli tomó una decisión que conmocionó al mundo: se convirtió al catolicismo y adoptó el nombre de Eugenio en honor a Pío XII. “Mi conversión fue un acto de gratitud hacia un hombre que arriesgó todo por mi pueblo”, escribió en sus memorias. Aunque su decisión fue criticada por algunos sectores judíos, para Zolli representó un reconocimiento personal al compromiso del papa. El rabino David Dalin, en El mito del Papa de Hitler, señaló: “La conversión de Zolli es un testimonio vivo del impacto de Pío XII en quienes lo conocieron de cerca”.

Otro gesto notable de agradecimiento hacia Pío XII fue la donación de una mansión al Vaticano por parte de un miembro de la familia Rothschild, considerada una de las dinastías judías más ricas de Roma. Aunque los detalles históricos son limitados debido a la discreción de la época, fuentes vaticanas indican que esta propiedad fue entregada como un reconocimiento a la protección ofrecida por el papa durante la guerra. Este acto, poco conocido pero profundamente simbólico, refleja la gratitud de la élite judía romana hacia un pontífice que, en palabras del diplomático israelí Pinchas Lapide, “hizo más por los judíos que cualquier otro líder religioso de su tiempo”.

Los detractores de Pío XII han señalado su renuencia a condenar explícitamente el Holocausto como una prueba de indiferencia. Sin embargo, esta crítica ignora el contexto de la época. En 1942, cuando los obispos holandeses denunciaron públicamente las persecuciones nazis, los alemanes respondieron con redadas masivas, deportando a judíos conversos como Edith Stein, quien murió en Auschwitz. Pío XII, consciente de este riesgo, optó por una estrategia de acción clandestina. Su mensaje navideño de 1942, transmitido por Radio Vaticana, condenó los “asesinatos de cientos de miles de personas inocentes por motivos de raza”, una alusión clara al Holocausto que los nazis entendieron como tal, pues confiscaron copias del discurso.

El papa Pío XII bendiciendo a los fieles durante el congreso de la Juventud Obrera Cristiana. Plaza de San Pedro, 27 de agosto de 1957. (AFP)

El rabino jefe de Jerusalén, Isaac Herzog, escribió en 1945: “El pueblo de Israel nunca olvidará lo que Pío XII y sus delegados hicieron por nuestros hermanos en la hora más oscura”. Esta declaración, junto con los esfuerzos diplomáticos del papa para presionar a los gobiernos del Eje, demuestra que su silencio no fue pasividad, sino un cálculo para maximizar la salvación de vidas.

El pontificado de Pío XII sigue siendo un campo de batalla historiográfico. Para algunos, su silencio público es una mancha imborrable; para otros, su acción discreta lo convierte en un héroe anónimo. Los archivos vaticanos desclasificados confirman que el papa estaba informado del Holocausto desde 1941 y actuó en consecuencia, utilizando la red eclesiástica para proteger a los perseguidos. Como afirmó el cardenal Pietro Parolin en 2023, “los documentos muestran a un Pío XII comprometido con la humanidad, lejos de la caricatura de indiferencia”.

La conversión de Israel Zolli, la donación de los Rothschild, las “Casas de Vida” y los refugios en Castel Gandolfo y el Vaticano son pruebas de las palabras de Albert Einstein de 1940 —quien se mostró agradecido—: “Solo la Iglesia católica se alzó contra el asalto de Hitler al espíritu de la verdad”. Pío XII no fue un héroe de discursos sino de obras. En un mundo fracturado, su legado brilla como un testimonio de resistencia silenciosa y humanidad inquebrantable.