El legado de Francisco, en disputa: se reorganizan los sectores conservadores

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El cardenal Leo Burque, uno de los representantes del ala ultraconservadora en el Vaticano. Foto: Reuters

Como relata el diario La Stampa, ya se ha producido una primera cumbre ultraconservadora en casa del norteamericano Leo Burke, una de las grandes estrellas de esta línea. El cardenal, asesor de Steve Bannon desde el primer mandato de Donald Trump y uno de los mayores críticos al pontificado de Francisco —llegó a acusarlo de herejía—, recibió a un grupo de cardenales aprovechando la jornada de descanso en las congregaciones generales con motivo del Día Internacional del Trabajo.

En 2023, el Papa retiró la asignación que le correspondía a Burke como alto cargo de la Curia, y se le pidió que abandonara su apartamento en Via Rusticucci, a pocos pasos de la Plaza de San Pedro. Al parecer, Burke continúa viviendo en la lujosa residencia en la que suelen alojarse altos personajes de la Curia, aunque ahora pagándosela de su bolsillo o del de sus benefactores del movimiento MAGA.

Todos reconocemos este lema: “Make America Great Again”, “que América vuelva a ser grande”. Es el eslogan político preferido de Donald Trump, que se ha transformado en algo más que un lema. Trump ha usado las siglas del eslogan, MAGA, para bautizar un movimiento político alrededor de su persona. MAGA crece tanto que Trump ha dejado de nombrar al Partido Republicano. Es el primer aviso de sus planes para el futuro: uno de los grandes grupos de presión en este precónclave, según ElDiario.es.

El grupo de los ultraconservadores está comenzando a tomar conciencia de la dificultad de imponer un candidato netamente tradicional, que revierta las reformas emprendidas por el pontificado de Francisco. Son muchos en el Vaticano los que dan por hecho que el “legado Bergoglio” continuará, al menos en lo que se refiere a la sinodalidad, la prioridad por los pobres y descartados, y el diálogo con los alejados. Perciben que ha habido un “cónclave del Pueblo de Dios” que ha validado el modelo evangélico del Papa Francisco.

Miembros del clero asisten a la misa funeral del papa Francisco, en el Vaticano. Foto: Reuters

Quisiera referirme más profundamente al debate que subyace en la tensión entre los mal llamados “conservadores” y “progresistas”. Digo mal llamados porque son categorías políticas que no cuadran del todo para comprender lo que se vive en el cónclave y también en muchas comunidades eclesiales.

Desde el inicio de la Iglesia existió la tensión entre judaizantes y misioneros. Toda la Iglesia naciente creía que Jesús era el Mesías prometido para los judíos; por lo tanto, los de afuera (los paganos) no estaban en su horizonte como para incluirlos en la comunidad.

A partir de la conversión de San Pablo —un judío ortodoxo que perseguía cristianos— se inicia el proceso evangelizador y misionero. Él iba a predicar a las sinagogas de la diáspora. Muchos judíos le creían; otros se resistían. Pero, para su sorpresa, muchos paganos empezaron a creer en Jesús. Surge entonces la pregunta: los que se quieren bautizar, ¿tienen que ser judíos primero?

Los apóstoles se reúnen en Jerusalén en el primer concilio de la historia y deciden imponerles pocas cosas: una vida de fe ligada a las enseñanzas de Jesús, y que solo necesitan bautizarse y no circuncidarse. La Iglesia naciente empieza a independizarse de su judaísmo original.

A lo largo de la historia de la Iglesia existió siempre esta tensión: adaptarse a lo nuevo o cerrarse en lo de siempre. El papa Francisco, al venir de América Latina, nunca se sintió cómodo entre los conservadores que quieren que todo siga como estaba. Inclinó más bien la balanza hacia la praxis pastoral y prefirió no condenar ni remarcar tanto los límites morales.

Ahora, los que quedaron más marginados en estos 12 años buscan retornar a un papado más tradicional y doctrinal. Aunque Trump busque influir en el ala conservadora, la mayoría de los cardenales electores fueron investidos por el papa Francisco. A ellos les tocará aglutinarse detrás de alguno que represente más la continuidad del legado de Francisco y no votar de manera dispersa. Otra solución que se evalúa sería un Papa más cercano y abierto, y un Prefecto para la Doctrina de la Fe más ortodoxo.

Sería una buena solución que balancearía dos posiciones contrapuestas.