Era una joya del tenis, ganó el Australian Open con 17 años, entrenó con Sampras y ahora es el CEO de una empresa tecnológica: “No era feliz”

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Luciano Vitullo era un jugador argentino sobresaliente, pero su vida lo llevó a un rumbo muy alejado al tenis (Crédito: Luciano Vitullo)

“Yo pensaba en Papá Noel y estaba en Estados Unidos haciendo una gira”. Muchas personas deben elegir su destino cuando egresan del secundario, por lo general a los 18 años, pero Luciano Vitullo anticipó su elección más de una década. En plena infancia, ya recorría el mundo mostrando su talento con la raqueta en la mano. Dicho por propios y extraños, era un diamante en bruto, una promesa del tenis. Esa expectativa quedó a las claras cuando se consagró campeón del Australian Open con 17 años en la modalidad dobles de la categoría junior en 2001. Sin embargo, en el mejor momento de su carrera, la parte mental empezó a resquebrajarse.

Nació el 2 de marzo de 1983 en Carapachay y el deporte fue parte de su vida antes de los cinco años. “Vos me decís: ‘¿Elegiste al tenis?’. No, la verdad que no lo elegí; el tenis me eligió a mí’, confiesa en una extensa entrevista con Infobae, luego de hacer una pausa en su trabajo como CEO de una empresa de tecnología.

Una de las personas que más confió en su talento es una auténtica celebridad en el circuito. Paul Annacone era entrenador de Pete Sampras (también lo fue de Roger Federer) cuando echó su ojo al joven que estaba a punto de ganar su primer título junior en el Campeonato Internacional Juvenil Eddie Herr 2000. Annacone y Sampras, ex número 1 del mundo y ganador de 14 Grand Slam, entre ellos siete Wimbledon, vieron de cerca su coronación a las pocas semanas en el Melbourne Park y le dieron un obsequio por el trofeo: “Me regalaron una billetera de una marca muy reconocida. Yo no entendía nada”. Además, compartió muchos entrenamientos con la leyenda.

Sin embargo, había una serie de inconvenientes que iban más allá de su rendimiento. En plena algarabía por esa victoria haciendo dupla con el estadounidense Ytai Abougzir frente al canadiense Frank Dancevic y el ecuatoriano Giovanni Lapentti, Vitullo declaró que su entrenador le recomendaba trabajar la parte anímica porque se ponía negativo en la cancha y lo perjudicaba. Hoy, a más de dos décadas, lo reafirma: “Mi problema era la cabeza”. Llegó a ser 440 y 627 del mundo, sus mejores rankings de singles y dobles, respectivamente.

Según los datos suministrados por la ITF, ganó cuatro títulos entre 2001 y 2005, dos en singles y dos dobles. Incluso, llegó a quedarse un certamen haciendo dupla con Horacio Zeballos, uno de los mejores doblistas del mundo en la actualidad y que llegó a ser N° 1 hace pocos meses. A pesar de estos éxitos, las exigencias económicas en un momento marcado por el default y el corralito en la Argentina, afectaron su trayectoria y su ánimo. “En el último tiempo ganaba y no era feliz. Yo iba a un hotel cinco estrellas y quería estar en mi casa, en los asados, en los fines de semana con mis amigos, con mi familia”, narró a través de un intercambio teléfónico que se prolongó por más de una hora.

La fotografía que subió Luciano Vitullo a sus redes sociales recordando el título del Australian Open (Crédito: @luchovitullo)

Cuando colgó la raqueta, en 2006, atravesó un “duelo fuerte”. Volvió a encontrar motivación dos años más tarde con la creación de una academia de tenis y, en simultáneo, avanzaba con su emprendimiento tecnológico, que derivó en una empresa apuntada al costado corporativo. No tiene una raqueta en su casa y, si tiene que elegir, el fanático de Platense opta por jugar un partido de fútbol antes que volver al tenis.

Hoy, está en pareja con su novia de la adolescencia, Soledad Larghi, periodista del canal América. Ambos son padres de Dante, un bebé de nueve meses, y tienen dos perros, Piscu y Pupo: “El Roland Garros que, en su momento, decía como nene: “Uy, yo quiero ganar Roland Garros”, bueno, yo hoy gané Roland Garros, hoy teniendo la familia que tengo, es mi Roland Garros”.

¿Cómo te acercás al tenis originalmente, porque no venís de una familia con esa pasión?

– Yo me crié en la casa de mis abuelos los fines de semana, donde al costado de la casa había un parque gigante y mis papás con sus amigos hacían una cancha de tenis con el pasto y pasaban desde la mañana hasta la noche jugando ahí dobles, jugaban al tenis. Yo daba vueltas por ahí con la raqueta, y después lo que pasó es que íbamos al supermercado y mis papás me dejaban en el pasillo donde estaban las raquetas y las pelotitas, y ellos hacían las compras y yo me quedaba ahí, no me movía, porque la condición era que cuando terminaban de hacer las compras, me pasaban a buscar y yo me llevaba un tubo de pelotitas. Estaba enloquecido con eso. Tenía 4 o 5 años. Y después lo otro fue que en el jardín donde iba había un club de tenis a una cuadra, el Florida Tenis, y como que siempre que pasaba por ahí yo hacía un berrinche de que quería entrar y ensuciarme las medias con polvo de ladrillo, me llamaba la atención el polvo de ladrillo. No me daban mucha bola hasta que un día uno de los que me enseñó a jugar al tenis, Alberto Crupi, se ve que ya me veía el berrinche que hacía y un día le dijo, creo que fue a mi abuela, que ese día me fue a buscar, que un día pase y me haga entrar.

– ¿Cómo deja de ser un hobby a pasar a tener una percepción profesional?

– Es el tema que siempre digo. Si vos me decís: “¿Vos elegiste jugar al tenis?“, y es raro, porque a esa edad, o sea, a veces uno tiene veinte años y no sabe lo que quiere. Prácticamente, lo que pasó es que los mismos resultados que fui obteniendo fueron muy buenos y me encontré a los 16, 17 años diciendo ”estoy en esta, tengo que seguir». Vos me decís: “¿Lo elegiste?”. Y hoy con esta cabeza de más de cuarenta años te digo: “Y no, la verdad que no lo elegí, es un poco que el tenis me eligió a mí”.

Luciano se relacionó con el tenis desde su infancia (Crédito: @luchovitullo)

– ¿Y querías estar ahí?

– Todo lo que viví con el tenis fue espectacular. Tuve experiencias que jamás en la vida pensé que las iba a tener. Todas hermosas, a pesar de que en el último tiempo ganaba y no era feliz. Cuando uno ya empieza a tener una cierta edad y empieza a decidir qué le gusta y qué no le gusta o qué preferís y qué no preferís… Me fui muy joven de mi casa, porque yo a los catorce años me fui a vivir a Barcelona un año y medio, viviendo en una casa de familia y en esos tiempos no estaba la facilidad de la videollamada para decir “bueno, extraño un poco”. Estaba con catorce años viviendo los primeros meses de adaptación en la casa de dos personas mayores, que eran uno de los padres de uno de los entrenadores de la academia donde yo estaba en Barcelona. Fue una experiencia rara. Estar ahí solo no fue algo muy lindo. Después sí que ya me hice amigos de chicos que entrenaban en la academia, las familias se pusieron de acuerdo y nos alquilaron un piso para que podamos estar juntos ahí y que la familia nos venga a visitar y fue un poquito más ameno, pero, la carrera tenística es muy difícil. Tenés que estar de la cabeza muy fuerte. Yo iba a un hotel cinco estrellas y quería estar en mi casa, yo quería estar en los asados, en los fines de semana con mis amigos, con mi familia.

– ¿Cómo manejabas el desarraigo antes de cada torneo?

– Fue una de las cosas que más padecí. Con toda la humildad del mundo y dicho por gente del ambiente, yo tenía unas condiciones espectaculares, superlativas. No había nadie que diga “este pibe no llega”. Yo estaba convencido de que jugaba bien, pero yo en el fondo sabía todo lo que me faltaba, porque si bien en Junior me fue muy bien, tuve contratos muy buenos y tuve a uno de mis representantes manager que fue Paul Annacone, el entrenador de Sampras. Yo convivía con ellos, tuve pretemporadas con ellos. Los Grand Slam de profesionales duran dos semanas y la de los Juniors arranca la segunda semana de ellos. Entonces, yo me iba la primera semana porque entrenaba toda la semana con Pete (Sampras), que hacía la entrada en calor y yo de paso entrenaba y ya estaba ahí en el ambiente del Grand Slam.

– ¿Veías más lo que te faltaba o lo que tenías?

– No, lo que me faltaba. Sufría mucho con eso.

– ¿Por qué sufrías?

– Me daba un poco de bronca, tenía una herramienta en la mano, tenía como que era un diamante y que mi cabeza no podía ir a la par de eso. No podía terminar de aprovecharlo. También pasaba porque no era tan feliz en el fondo, no lo disfrutaba. Me costaba mucho. Y mirá que tuve resultados muy buenos, por eso muchas veces me hacía la pregunta: “Pero ¿cómo puede ser que no esté contento?”. Me daba bronca que no esté contento. El tenis te enseña a ganar y a perder, y a recuperarte rápido. Yo el domingo podía estar levantando una copa en Medellín y, al otro día, capaz que estaba jugando en Guayaquil, en Ecuador, en otro club, en otras condiciones totalmente distintas y perdía. Y ahí es cuando decías: “Pero, ¿viste?” Y capaz que perdía con alguien que no podía perder.

Nació el 2 de marzo de 1983 en Carapachay (Crédito: Luciano Vitullo)

– ¿Cómo empezás a entrenarte con Annacone?

– La relación se fue dando con Paul. Es un señor en mayúscula, un fenómeno. Conocí muy pocas personas en mi vida con la calidad humana de ese tipo. Me empezó a seguir, creo que fue en el Eddie Herr (Campeonato Internacional Juvenil), en diciembre de 2000… Creo que gané ese año. Ahí me empezó a seguir, vino a ver los partidos, se presentó y, en uno de los partidos que salgo, me felicita, me dice que era un gusto conocerme, que le gustaba mucho cómo jugaba. A la semana siguiente fue el Orange Bowl, y ahí me preguntó quién era la persona responsable, que era mi abuela. Ella no sabía inglés y tuve que estar yo ahí en una reunión, donde él lo que propuso era apoyarme. Él estaba en la empresa AMG. Quería apoyarme económicamente con la empresa que él trabajaba y, si yo quería, él podía ser mi mánager, mi representante, y yo en ese momento estaba libre. Le dije: “Mirá, cuando vuelvo a Buenos Aires lo charlamos con la familia. Mándame el contrato”. Nos mandó un contrato superamigable, que normalmente los contratos tenísticos arrancás a leerlos y ya te asustás. Era un contrato que parecía que me lo estaba haciendo mi amigo. No había nada que vos digas: “Sacame este punto”.

– ¿Cómo bancaste tu carrera desde que llegás a Barcelona con catorce años hasta ese campeonato que terminás ganando, previo al Australian Open?

– Siempre el apoyo económico fue por mi abuelo, que tiene una empresa metalúrgica. El esfuerzo familiar se hizo entre todos, pero la base venía por el lado de mi abuelo y mi abuela.

– ¿Habías ganado otros títulos antes en esa época?

– Todo lo que es Sudamérica, ganaba todo. El Sudamericano siempre ganaba, ganábamos los mundiales. Fui campeón sudamericano de todas las edades, desde los doce… Por eso te digo, no pude elegir. Cuando ya me encontré con los dieciocho años, ya estaba en la transición del profesionalismo, que arrancaba otra vida completamente distinta, más dura. Y yo ya estaba con la cabeza bastante reventada porque fue muy exigente mi carrera. A través de los resultados que fui teniendo, vivía viajando literalmente. Cuando iba al colegio, era una tortura, me jodían: “Uh, mirá, llegó un compañero nuevo”. Vos me decís: “¿Y por qué no te manejaron distinto? ¿Por qué no fuiste más despacio?” Y, pero ¿cómo hago para ir más despacio? Imposible.

– Inicialmente, era un disfrute para vos jugar al tenis…

– Por supuesto, Para un nene te podés imaginar, viajaba por todo el mundo. O sea, yo creo que se me empezó a complicar a los 17, ponele. Hasta los 16 fue un sueño. Mi problema no era el deportivo, sino el anímico. Mi problema era la cabeza.

Su fanatismo por Platense hacía más llevadero los viajes al exterior porque seguía de cerca la campaña del Calamar (Crédito: @luchovitullo)

– ¿Por qué?

– Normalmente para poder aprovechar las giras económicamente uno se iba mínimo cuatro semanas. Muchas veces dicen que la ventaja que tienen los europeos es que maduran más rápido. No, los europeos pierden, se toman un tren y se van a su casa. Nosotros perdemos y nos tenemos que quedar toda la semana deprimidos en el club viendo cómo juegan todos tus amigos, compañeros y rivales y vos estás entrenando como un boludo, esperando a que empiece la otra semana en otro torneo. Entonces, si en tu casa tenés una calidad de vida linda, es como decir: “La puta madre, me quiero ir a la mierda de acá”. Porque vos no te podés ir siendo junior. Si vos a mí me mandabas a un hotel cinco estrellas o dos estrellas, era lo mismo porque mi problema no era el lugar, sino que: “La estoy pasando como el orto acá, yo quiero competir, vine a competir, no vine a entrenar, no vine a ir al gimnasio del hotel, no vine al gimnasio del club, yo vine a jugar el torneo”. Entonces, cuando perdía en la primera o segunda ronda era tremendo.

– ¿Qué hacías que te quedes?

– El esfuerzo que hacía mi familia, el esfuerzo que hacía yo. Soy una persona que me encanta analizar siempre todo lo que fue la parte psicológica. Se ve que luché tanto con mi cabeza que hoy mil veces hablo de mi historia hasta con Sole (Larghi), con mi mujer. Nos quedamos tomando un vino y charlando de cosas que yo me voy acordando, porque fue tanto lo que viví y lo que borré también que digo: “Loco, ¿cómo puede ser que, que no haya podido manejar la cabeza?” No la podía manejar, hacía un esfuerzo terrible porque yo sabía lo que tenía. Entonces, decía: “No puedo tirar esto”. Pero la realidad es que no tuve la capacidad, y encima me agarró el 2001, que se nos empezó a complicar económicamente un montón y viajar era un montón. La presión era distinta, que yo nunca, gracias a Dios, nunca conviví con la presión económica de la familia o de un sponsor. Empecé a sentir eso y digo: “Uh, encima ahora se me suma esto”. Fue medio bisagra, mi transición de junior a profesional coincidió con un momento del país complicadísimo para viajar, a nivel económico. Y con mi cabeza ya de haber recorrido diez años, porque yo a los ocho años ya estaba viajando a Estados Unidos a jugar torneos. O sea, yo pensaba en Papá Noel y estaba en Estados Unidos a los siete años haciendo una gira de un mes con Alberto (Crupi).

– Tuviste que madurar a los ocho años.

– Claro. Con el diario del lunes, digo que una de las cosas más importantes que puede tener un jugador de tenis es elegir muy bien a tu entrenador, porque es con la persona que uno más convive. Vos podés tener al Guardiola del tenis que vos decís: “Fua, el flaco lo que sabe es impresionante”. Pero si Guardiola no tiene absolutamente nada que ver con el tipo de persona y con el tipo de gustos o con el tipo de manera de pensar que tenés vos no sirve. Porque chocás un montón. El partido dura tres horas, cuatro horas, pero después las otras veinte horas, vos estás conviviendo con él fuera de la cancha. Si al jugador le gustan algunas cosas, pero al entrenador que te está acompañando no le interesan lo más mínimo, no está bueno. Me ha pasado. Me decían: “Mirá, no, yo no comparto habitación, yo prefiero que vos tengas tu habitación y yo la mía”. Era mucho más gasto y yo tenía que buscar un compañero o quedarme solo. Y el tipo todo el día en la habitación, leyendo libros, hablando capaz con su familia, y yo era un pibe de 17 años que decía: “Loco, no sé, vayamos a un parque, vamos a recorrer la ciudad”.

Logró 4 títulos ITF y compitió en algunos torneos ATP (Crédito: Luciano Vitullo)

– ¿La cuestión de salvarse económicamente estaba en tu cabeza con el tenis?

– No, nunca estuvo. Por eso en un momento dije el tema de la necesidad. Gracias a Dios vengo de una clase media. Entonces como que nunca tuve la necesidad de decir: “Che, yo tengo que hacer esto porque…”

– También la plata no compra la felicidad.

– Ni hablar. Eso para mí es todo. Y hoy te lo termino de confirmar más siendo padre. Yo tengo un nene de nueve meses (Dante) que puedo estar en quiebra, pero luego veo a mi hijo que se me ríe y ya está, no me interesa más nada.

– ¿Qué recordás de esa coronación en el Melbourne Park en 2001?

– Fue un año particular, que justo coincide que explota todo acá (en Argentina) y se nos empieza a complicar económicamente la carrera. El torneo fue espectacular, viajar no estaba en los planes. Tuve una pelea con un entrenador en ese momento, le parecía mucha plata y muy largo el viaje para dos semanas y yo me retobé. Hablé con mi familia, les dije: “Miren, yo quiero ir”. Hablé con Paul (Annacone), me dijo que cuente con él, que me recibía allá.

– ¿Tomaste conciencia de eso?

– Tomé un poquito de conciencia porque tuvo mucha repercusión cuando llegué a nivel medios. Encima estaba el extra de que me manejaba Paul Annacone, que estaba con Sampras, que él en ese momento era número uno del mundo, que yo entrenaba con Pete. Fue un boom.

– ¿Cómo eran esas prácticas con Pete Sampras?

– Entrené mucho con él en todos los Grand Slam. Hacía la entrada en calor. Después fui a Los Ángeles un par de veces a entrenar con él. Son cosas inexplicables e inolvidables. No sabría cómo explicártelo, lo fuerte que venía la pelota, una cosa de locos. La derecha era una cosa que cuando le pegaba te daban ganas de darte vuelta porque decías: “¿Qué? ¿Qué viene?“. Una locura.

Vitullo y Larghi con el estadio del Inter Miami de fondo (Crédito: @luchovitullo)

– ¿Qué consejo o charla recordás con él?

– Una de las cosas que me dijo fue que yo no me preocupe nunca por querer jugar bien todo el torneo entero, que lo más importante es que llegue a la final y que la final la juegue bien. Porque lo normal es que los primeros partidos siempre uno esté muy nervioso, más si es favorito. Entonces, es muy difícil que juegue bien por el miedo de perder rápido. Que trate de jugar lo mejor posible y que los partidos los saque adelante jugando mal, que eso es lo mejor que te puede pasar.

– ¿Tenés fotos de esos momentos?

– No, es lo único que lamento. La tecnología estaba tan atrás que no pude tener un montón de momentos en retrato para mostrárselo a Dante el día de mañana. Lo tengo todo en mi corazón y en mi cabeza.

– ¿Qué hiciste después de ganar el Australian Open?

– Fuimos a cenar al lobby del hotel con Pete, la mujer, Paul y yo, y me regalaron una billetera de una marca muy reconocida. Yo no entendía nada, (risas).

– ¿El título lo seguís teniendo?

– Sí, claro.

– ¿Guardás esos tesoros?

– Es la pelea familiar que tengo. No te quiero exagerar, pero debo de tener más de 150 copas desde el primer nacional que gané hasta lo último, y lo tengo todo en valijas en un cuarto de la casa.

– En 2001 ganas un torneo más en Paraguay y logras otro en 2002 en los Estados Unidos. ¿Cómo repercutió el tema económico después de ese trofeo en Melbourne?

– El país estaba muy difícil, costaba un montón, porque si bien esos torneos que ganás profesional son mil dólares, mil quinientos, ponele, con suerte cubrías la semana del hotel. Siempre ibas a pérdida. Recién podrías estar empatado si te ganabas un Challenger, ponele, para cubrir un poco los gastos del viaje.

– Por eso la presión de tener que ganar.

– Exactamente.

Luciano Vitullo con una de sus mascotas (Crédito: @luchovitullo)

– ¿Era más profundo el declive emocional si perdías en ese momento?

– Sí, era terrible porque también me estaba costando disfrutar. La etapa junior fue espectacular. Cuando empecé a ser consciente realmente de todo, de la parte económica y de lo que se gastaba, decía: “A la mierda”.

– ¿Te mareaste por el éxito?

– No, jamás. Siempre fui un pibe de barrio. Me gusta el fin de semana en familia, el asado, la sobremesa, el hacernos chistes, joder. Y la tenía servida para subirme al caballo. A veces, había torneos que me podían pagar, y les decía que no me paguen, que ya era suficiente si podía acompañarme mi mejor amigo del colegio. Y yo viajaba. Mi prioridad siempre fue ser feliz, pasarla bien, disfrutar de la competencia, porque amo competir hasta el día de hoy. Si no la disfrutas, es un problema. Ahí, viene un tema del ego, del egoísmo, que es mucho el tema del tenis también, que es un deporte extremadamente individual. También eso a mí me complicó. Yo tengo un montón de anécdotas feas de gente que no solo ayudamos, sino ayudamos económicamente a chicos, a familias de los chicos que venían a Buenos Aires y los alojamos. Después, esos mismos pibes, te das vuelta y te la clavan».

– ¿Existe la amistad en el tenis?

Voy a ser sincero: no. Si hubiese sido un poco más político o más pícaro, capaz que me hubiese ido mejor y lo hubiese tirado más. Me faltaba un poco más de picardía, demasiado bueno. Yo pensaba que todos eran mis amigos, yo actuaba así, y no era tan así. Después el tiempo me dijo que no.

– En este sentido, ¿cambió tu círculo íntimo cuando te retiraste?

– Por supuesto. Olvidate. Desaparecieron todos. Obvio. Obvio. Los amigos del campeón…

– Vos competiste en junior, después también en ITF. ¿Llegaste a competir en torneos ATP?

– Sí, competí en torneos ATP. Jugué en el ATP de Buenos Aires, me dieron una wildcard (invitación). Después jugué en el ATP de Atlanta, pero no mucho más.

Es el CEO de una empresa vinculada a la electrónica (Crédito: @luchovitullo)

– ¿Y en qué contexto termina tu relación profesional con Paul Annacone?

– Cuando se terminó el contrato en 2005.

– Un año antes de que te retires.

– Exactamente.

– ¿Es una casualidad?

– Sí, porque ya lo venía hablando con él. Es una persona que me súper entendía, nunca en la vida me presionó y me obligó, porque se ve que yo le estaba siendo tan claro con lo que me pasaba y él con toda su sabiduría lo estaba viendo. Me entendía. Me veía que no me iba a arrepentir, que es hasta el día de hoy y yo no me arrepiento. Yo siempre dije: “Yo no quiero que el tenis me deje”. Quería ser el que deja el tenis como una manera de decir gracias por todo lo que me diste. No quería luchar contra la corriente, estar sufriendo, terminar de odiar al tenis. Después tuve una academia como manera de dar un poco del otro lado que de lo que me dieron. Empecé a ver todo lo que yo veía de los padres, toda la locura. A veces, ellos tienen más ganas que los pibes… Paralelamente, empecé con el tema de la tecnología, empecé a tener una franquicia de locales.

– Al principio de la charla decías que, cuando perdías, te sentías deprimido esperando a tener revancha próxima. ¿Sentiste depresión en algún momento de tu carrera?

– No, depresión no. Le buscaba la vuelta, me encanta el golf, siempre que había un club que tenía un driving (complejo de práctica), iba y tiraba… Me iba a los shoppings, siempre trataba de pasarla bien porque es muy duro. Para la cabeza es mucha la responsabilidad y lo que uno tiene que decidir por la edad que tiene. Entonces, tenés que tratar de poder hacer cosas de acuerdo a la edad que realmente tenés, porque vos estás haciendo cosas de una persona mayor y tu cabeza no es de una persona mayor. Entonces, tenés que pensar un poco el tema de la niñez. Siempre le buscaba la vuelta, siempre me gustaron los relojes y me iba a ver relojes, me gustaba la tecnología y me iba a ver cámaras de fotos, celulares, computadoras. Siempre yo estaba tratando de poder distraerme. Por suerte no me pasaba mucho, pero también cuando me pasaba era muy duro, porque llegaba a la final o llegaba a la semi y ya a los dos días estaba en el otro torneo y ya capaz que perdía y decía: “Loco, pero pará, una semana era campeón del mundo y hoy soy el peor”. Porque uno capaz que a veces tenés un entrenador que te hace sentir el peor porque lo usan como método para hacerte enojar y reaccionar, y hay otros que no te hacen sentir el peor, pero vos te sentís el peor. Es un contraste fatal a nivel mental.

Eran novios de la adolescencia, pero la vida los separó y los volvió a juntar en los últimos años. Son padres de Dante (Crédito: @luchovitullo)

– ¿Cómo fue ese último partido?

– Fue tristísimo.

– ¿Era una decisión que ya la venías analizando?

– Ya fui retirado, a despedirme. De hecho, un desastre. Creo que fui a jugar cuatro semanas y creo que en la primera semana perdí el primer partido, la segunda semana perdí el primer partido, la tercera semana perdí el primer partido y no fui al cuarto, me volví. Creo que fue algo así. Y lo tengo totalmente borrado, hay muchas cosas que me borré, que normalmente fueron las feas, porque soy un eternamente agradecido, es un deporte espectacular, lo amo y lo voy a amar profundamente por todo lo que me hizo vivir, porque si bien capaz que no llegué al objetivo, que tampoco estaba convencido del objetivo. ¿Fracasé? Ni loco. Cumplí más de lo que soñaba. Obviamente soñaba con ganar Roland Garros. ¿Intenté eso? Y, no, la verdad que no lo intenté. ¿Podía? Y, sí, podía. Poder, podía. ¿Hiciste todo para…? No, antes de llegar a ese camino y ponerme ese objetivo decidí bajarme del barco e ir para otro lado, en busca de estar en mi país, de formar una familia. Otras cosas que con el tenis es muy difícil.

– ¿Tenías un Plan B más allá del tenis?

– No. De hecho, tuve dos años de duelo fuerte sin saber qué iba a hacer, porque en mi cabeza era: “Yo soy tenista, yo voy a ser tenista”. Cuando realmente colgué la raqueta de manera oficial, que ya se me terminó la rutina de ir a entrenar y todo eso, me empezó a caer la ficha y dije: “Bueno, ¿y ahora? Arranco una nueva vida, ¿ahora qué hago?” Lo que estaba seguro es que quería tener la experiencia de poder transmitir todo lo que aprendí y viví a algunos nenes. Nunca me interesó entrenar chicos grandes, sino formar nenes de diez o doce años, que fue la etapa que más disfruté yo. Salí de eso con la academia…

Luciano Vitullo y Soledad Laarghi se conocieron décadas atrás, pero en los últimos años formaron un vínculo del cual nació Dante (Crédito: @luchovitullo)

– ¿Quién o qué te levantó de ese duelo?

– Iba seguido al Vilas Racket, y en el fondo estaba una academia. Había dos mellizos uruguayos de siete años, que a mí me veían jugar siempre cuando yo entrenaba ahí y refanáticos. Y el padre, que es una persona súper importante para mí, me dice: “Che, ¿y por qué no vas a ver los mellizos? A ver, ¿cómo los ves que están jugando?”. Los fui a ver y, tiempo después, ya no estaban entrenando ahí y me dice: “Che, ¿por qué no vas a jugar un día a los mellizos, que extrañan? Hace mucho que no juegan”. Me puse a jugar con ellos. Los adoré, me encariñé a un nivel de que dijimos: “Bueno, mañana jugamos de vuelta y pasado jugamos”. Terminé entrenándolos, enseñándoles jugar. Fueron número uno y dos de Uruguay. A través de eso, empezamos a jugar acá los torneos nacionales. Como todos empezaron a ver que les iba bien, venían los padres: “Che, ¿y dónde entrenan?”. Y se empezó armando una academia que terminé teniendo doce, catorce pibes.

– ¿Volviste a la vida con la academia?

– Sí, volví a la vida. Esos dos años no tuve vida, olvidate. Volví a una nueva vida, a una nueva etapa mía. La etapa de Luciano tenista quedó atrás y arranqué esta etapa.

– ¿A qué le llamás no tener vida?

– No tener un orden, no tener una responsabilidad, comer a cualquier hora, acostarse a cualquier hora. Te diría depresivo, una persona deprimida haciendo un duelo.

– ¿Cuándo creas tu empresa de tecnología?

– Paralelamente, cuando tenía la academia de tenis, también ya tenía los locales comerciales y empezó a crecer. Cuando empiezo con la academia, casi simultáneamente empiezo con estas cosas, con el tema importación, abrí locales, armo una franquicia y paralelamente tenía la escuela. Después, cuando se termina la escuela, me quedo con los locales, pero ya los locales bastantes encaminados y se vendió todo el fondo de comercio de todos los locales y me tiré a la parte corporativa, la parte de empresa. Ahí ya cambió todo, ya no tenía atención al público, que era un estrés terrible.

– ¿Por qué elegiste el lado de la electrónica?

– Siempre me gustó. Cuando iba a Japón, yo iba a los shoppings y miraba los últimos celulares. Siempre me gustó la tecnología, la parte gamer, jugaba al Nintendo con mi familia. Siempre me llamó la atención, siempre me gustó.

– ¿Por qué creaste la empresa? ¿Por qué tomás la decisión de crear la empresa?

– Tuvo bastante que ver Sole (Larghi), porque estaba con un fondo de comercio, y seguía teniendo mucha demanda a nivel corporativo, Cuando lo vendí, Sole me dijo: “Gordo, ¿por qué no creás otra empresa y seguís con esto, con la parte corporativa más relajada, manejando tu tiempo, sin la atención al público?“.

Soledad Larghi fue la persona que le recomendó ir por el lado empresarial (Crédito: @luchovitullo)

– ¿Cuál es tu función en la empresa? ¿Qué servicios ofrecen?

– Soy el director comercial, soy el CEO de la empresa. Ofrecemos todo lo que es telecomunicación, microinformática, proveemos todos los materiales para infraestructura de telecomunicaciones. Estamos con todo lo que son petroleras, laboratorios, bancos. Le proveemos todos los materiales, desde un mouse o un teclado, hasta bobinas de cable. A las petroleras les vendemos muchos insumos antiexplosivos.

– ¿Qué cosas aprendiste del tenis que lo pudiste llevar a la práctica en la empresa?

– Lo primero es tratar con gente, el trato con la gente. La seguridad de haber sido ganador. Voy a hablar una empresa, y voy a ganármela, a que sea mi cliente. Y saber convivir con la derrota, con que las cosas no salieron como yo quería que salgan. La responsabilidad, el orden de la convivencia en una casa. Porque uno en un hotel convive con chicos y vos tenés que tener tus cosas ordenadas porque convivís con alguien. Por eso te digo, yo soy eternamente agradecido al tenis. Todo lo que soy hoy es gracias a mi mamá, a mi papá y al tenis.

– Y en retrospectiva, ya después de tantos años, ¿qué balance hacés de tu carrera en el circuito? ¿Tenés una sensación de arrepentirte de algo?

– Si me tengo que arrepentir de algo, es que hubiese ido más despacio, pero si voy más despacio, capaz que no hubiese logrado lo que logré. Está bien, pero lo que logré, lo que logré fue medio mentiroso, porque al ser junior es un poco una mentira. Porque te quema la cabeza para que cuando después te viene la parte difícil, la facultad, no es que te prepara, no te prepara, el junior no te prepara para el profesional. De hecho, en Europa, que lo empezaron a prohibir, a los pibes y a las pibas no lo hacían jugar junior, ya directamente anda a jugar profesional. Y vos tenías pibitos de catorce años jugando future, una locura. Pero hoy te digo, no es tan locura, porque si lo llevás despacito es mucho más sano en lugar de que un nene de 14 años juegue cuatrocientas semanas del año.

– ¿Qué ganaste y qué perdiste con el tenis?

– Gané muchísimo. Recorrí el mundo, conocí un montón de culturas, jugué en los Grand Slam, fui reconocido. Todo lo malo que te puedo llegar a decir no es culpa del tenis, es más el sistema.

– ¿Seguís vinculado al tenis de alguna manera?

– No, de ninguna manera. No tengo ninguna vinculación con el tenis.

– ¿No agarraste más una raqueta?

– No agarré una raqueta. No tengo raqueta. Me decís “vamos a jugar” y no tengo raqueta.

– ¿Qué elegís: jugar un partido de tenis o uno de fútbol?

– Fútbol, sin dudas.

– En una publicación de Instagram en septiembre de 2022, pusiste una foto de tu etapa de tenista y una frase: “No reniegues de ningún recuerdo de tu pasado. Lo que viviste te hizo ser quién eres”. ¿Quién sos hoy en día?

– Soy una persona bastante sensible. Los valores son lo más importante. La responsabilidad, el respeto para uno y para el otro. La familia. Yo lo que estoy viviendo hoy en día con Sol y con Dante es una cosa que es mi Roland Garros. Me emociono… Lo más lindo que tengo hoy en día es mi familia: Sol, Dante, mis perros, mi mamá, mi papá. Eso es de lo mejor que tengo. ¿Me arrepiento de algo? No, porque yo me miro hoy y digo: “Sí, capaz que hubiese ganado Roland Garros, capaz hubiese sido número uno del mundo, capaz que tengo cuarenta millones de dólares”, pero no tengo a Soledad y no tengo a Dante. Yo ya gané. Para mí ganar es la vida, no es un deporte. El Roland Garros que, en su momento, decía como nene: “Uy, yo quiero ganar Roland Garros”, bueno, yo hoy gané Roland Garros, hoy teniendo la familia que tengo, es mi Roland Garros.