El sucesor de Francisco: cómo es el sistema de votación del cónclave y qué pasos se siguen tras la elección de un nuevo Papa

0
10

Desde este miércoles 7 de mayo, el Vaticano se convertirá en el epicentro del mundo a los ojos de más de 1.400 millones de fieles católicos, quienes esperan con ansias la aparición de la llamada «fumata blanca» que anuncie el nombramiento del nuevo Papa, sobre el cual pesará la responsabilidad de continuar el legado de Francisco. Pero para llegar a la designación del pontífice N°267 en ocupar el trono de San Pedro, primero deberá llevarse a cabo uno de los rituales más herméticos y enigmáticos de la Iglesia: el cónclave.

Los 133 cardenales habilitados para elegir y ser elegidos -el 80% de ellos proclamados por el fallecido jesuita Jorge Bergoglio- tendrán a su cargo la difícil misión, en medio de especulaciones que no cesan respecto de la puja interna entre reformistas, moderados y conservadores dentro del clero.

En total, hay purpurados de 67 nacionalidades diferentes agrupados en 58 de origen europeo -una mayoría que, a su vez, está integrada por 19 italianos-; 23 latinoamericanos -entre ellos cuatro argentinos-; 20 asiáticos15 africanos14 norteamericanos -puntualmente de Estados Unidos y Canadá-; y 3 de Oceanía. Solo 33 de ellos pertenecen a una orden religiosa: la más representada es la de los salesianos, con cinco; seguida por los jesuitas, con cuatro.

Todos los votantes están alojados en la Casa de Santa Marta, la misma donde vivió el Sumo Pontífice número 266 de la historia durante todo su papado, hasta su fallecimiento el pasado 21 de abril. A partir del momento en que se inicie el proceso oficial del cónclave -derivado de la expresión en latín que significa «con llave«- ya no tendrán contacto con el mundo exterior hasta que haya «fumata blanca», la señal certera de que llegaron a un acuerdo sobre el sucesor de Francisco.

No podrán ver televisión, ni escuchar radio ni tener acceso a sus teléfonos celulares. Cada día, dentro de la Capilla Sixtina, se realizarán las votaciones. Cerrada al público desde la muerte papal, uno de los espacios más visitados de la Santa Sede lucirá muy diferente: habrá seis amplias mesas a cada lado, enfrentadas de forma que todos los cardenales pueda verse las caras mutuamente. En cada una de las sillas está consignado el nombre y apellido de un elector.

Frente al altar, bajo los emblemáticos frescos de Miguel Ángel, la urna esperará por los papeles, contenidos previamente en una carpeta roja con la que contará cada elector para escribir el nombre de preferencia con una lapicera. En un atril, estará depositada la Biblia en la que los cardenales prestarán su juramento, mientras que una bolsa de terciopelo recogerá las diversas elecciones, en caso de que haya -como se espera- más de una instancia.

En una zona del recinto ya está dispuesta la estufa con la columna que conecta a dos estructuras que permitirán dar a conocer al mundo el resultado de cada selección mediante una chimenea que puede verse desde el exterior de basílica, en la Plaza San Pedro: si el humo es blanco, hay nuevo papa; si es negro, los sacerdotes reunidos tendrán que seguir debatiendo para llegar a un acuerdo.

Una vez iniciado el ritual, tras los juramentos personales y uno en común -todos en latín- los cardenales tomarán asiento para comenzar el procedimiento electivo en sí, que incluye dos encuentros diarios -uno a la mañana y otro a la tarde-, en un esquema que además prevé dos votaciones como máximo por cada turno.

El sistema de votación es sencillo: cada uno de los 133 cardenales anota el nombre de su candidato en una de las papeleta que dice -siempre en latín- «Elijo como Sumo Pontífice a…». En esos puntos suspensivos colocan el nombre del elegido, luego lo doblan y muestran a todos la hoja, antes de depositarla para su conteo.

Posteriormente, todos caminan en fila, por orden de antigüedad, hasta donde está la urna, en la que colocan sus preferencias y declaman: «Pongo por testigo a Cristo Señor, que me juzgará, que doy mi voto al que, según Dios, considero que tiene que ser elegido».

Los denominados «escrutadores«, que son tres asistentes del camarlengo, cuentan los votos uno por uno a viva voz y se anota todo en un registro. Al finalizar el recuento, las tarjetas son quemadas (con el tinte correspondiente para que sea visible para todos si el resultado es positivo o negativo). Son necesarios dos tercios de los votos -es decir, 89– para que haya nuevo pontífice electo.

En caso de que por tres días consecutivos no se logre alcanzar la elección, el proceso se suspenderá por un día -dedicado a la oración- y continuará luego para que se defina, si pasaron 33 rondas sin acuerdo, por mayoría simple entre los dos candidatos más votados.

Cuando se alcanza un nombre consensuado, el cardenal decano se dirige a éste y le pregunta si acepta la designación. Si la respuesta es positiva -lo que es de esperar-, se le pregunta bajo qué nombre llevará a cabo su pontificado y comienzan los preparativos para anunciarle al mundo tal novedad. En esta ocasión, los votos se queman con agregados químicos que permitirán que la chimenea lance el ansiado humo blanco que la multitud espera afuera.

El elegido camina hasta uno de los balcones de la basílica de San Pedro, al que lo acompaña el diácono de mayor antigüedad dentro del colegio cardenalicio que, en este caso, es Dominique Mamberti. Él tendrá en su voz la responsabilidad de comunicar que la Iglesia católica tiene un nuevo líder espiritual, dando a conocer su nombre y apellido y su denominación como Sumo Pontífice.

Fuente: El Canciller

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí