El icónico creador del Plan Táctico y Estratégico de la Guerra (TEG), David Jiterman, abrió las puertas de la memoria y reconstruyó el milagro detrás del juego de mesa de estrategia más emblemático de la Argentina.
El empresario de 73 años -a cargo de la prestigiosa firma Yetem- reveló el secreto del éxito de este juego que va camino a los 50 años, fruto de las pulsiones creativas que guiaron su juventud junto al inesperado vínculo entre su invención y la represión político-social. ¿El resultado? La convicción sobre el poder insustituible de la experiencia analógica y el encuentro genuino entre personas.
Durante la edición matutina de Infobae en Vivo, con la conducción de Gonzalo Sánchez, Carolina Amoroso, Ramón Indart y Cecilia Boufflet, también se conversó acerca de la vigencia de un juego que no solo atravesó seis generaciones, sino también los vaivenes políticos, culturales y tecnológicos del país.
Un origen signado por el azar y la intuición
Desde los primeros minutos de la charla, Jiterman fue contundente sobre la naturaleza caótica y fortuita de la génesis del TEG. “La historia de esto ya no es contar la historia, sino que fue una casualidad total, absoluta. Salí de la facultad tres meses antes, vi un tablero enrollado con unas divisiones y el sistema de los dados. De atacar, no atacar. Y ahí empezamos con otros a jugar, qué sé yo. Yo me recibí de contador en febrero de 1976 y el TEG salió en octubre de ese año”, recordó.
Ese detalle temporal no es menor: “En marzo del ´76 fue la dictadura. Las Malvinas fue una pelea interna, porque nadie me quería dejar ponerlas… ¡y era la dictadura! Era un juego de guerra en plena dictadura. Eso es muy loco. Por eso el juego es algo tan, tan loco como fue y como salió”, se sincera.
El contexto social del país impregnó el espíritu de la propuesta: “Más de tres personas no se podían juntar en la calle. Entonces, ¿qué hacían? Uno compraba el juego, otro ponía la pizza o el café y se iban juntando en las casas. Eso fue una progresión geométrica. No se podía hacer nada más, pero podías ir a la casa de otro y así empezó todo”, rememoró.
Según su creador, el TEG fue el éxito de un juego pensado “para que la gente se reencontrara en la intimidad de la casa, cuando la calle era sinónimo de peligro“. Pero en ese clima, ”la posibilidad de reunirse bajo un pretexto lúdico se convirtió casi en un acto subversivo de socialización”, explicó Jiterman.
Sobre el diagrama de naciones, que se volvió un clásico, Jiterman relató que, al principio, el juego ni siquiera tenía un diseño propio: “Arrancamos con un mapa enrollado. Después elegí un modelo que me gustó en la imprenta. Yo empecé esto con un crédito de dos mil dólares. Hice el primer tiraje de dos mil juegos. Todo fue a pulmón”. Pero la odisea para venderlo estuvo llena de episodios inéditos: “No podía vender los juegos, así que los cargaba en un Citroën y mi pareja los llevaba juguetería por juguetería, consiguiendo que nos los aceptaran en consignación”.
Las vueltas del nombre surgieron también de la presión y la urgencia: “El día de cerrar en la imprenta me obligaron a poner el nombre. Fue así: Táctica, Estrategia de la Guerra, quedó apocopado: TEG”.
Jiterman recuerda que, por entonces, trabajaba en un estudio jurídico y que iba a ser el primer contador de un estudio de 22 abogados. “Pero me lancé con el juego así que renuncié al Estudio cuando el TEG estuvo en marcha. Me gustaba a mí y a los que jugaban conmigo, así que pensé: ‘¿Por qué no le va a gustar a todo el mundo?’”.
El TEG: un “rito de sociabilidad”
El contagio social con el juego bélico de estrategia y táctica fue instantáneo. “A las pocas semanas del lanzamiento, en noviembre del ‘76 me fui a Bariloche y vi un TEG en la luneta del auto de adelante. No lo podía creer. Pasaron varias veces cosas así: me venían a hacer una nota a un bar y en la mesa al lado estaban hablando del TEG”, recuerda.
Pronto, la producción pasó de lo artesanal a lo industrial, y la distribución boca a boca se volvió red de ventas. La fórmula: un juego con reglas sencillas de aprender pero con suficiente profundidad para fascinar a jóvenes y adultos. “Jugás con cinco más y todos quieren tener uno. Así, el juego explotó, se convirtió en un rito de sociabilidad y en tema de conversación omnipresente”, relató Jiterman.
Durante la charla en Infobae en Vivo, el empresario también abordó los secretos de su vigencia: “El juego ayuda a conocer las miserias en la gente: la avaricia, la traición, la verdadera competencia. Todo surge sobre el tablero. Es casi terapéutico”.
Curiosamente, Jiterman remarcó su aversión a los conflictos bélicos, conquistas y pactos, el génesis del popular juego: “No sé nada de guerra, la aborrezco y menos sé de armas. Hice la colimba, no soportaba el ruido», se sincera.
Porque para él, el TEG no es un juego de guerra. “Es una mentira porque es, sobre todo, una excusa genial para reunirse”. Incluso la decisión de dedicarse al diseño de juegos fue una fuga respecto de su mandato familiar de ser contador. “A los cinco años me decían que tenía que contar gente en la calle. Cumplí el mandato pero encontré otra pasión”.
El club Yetem y el rechazo de una oferta millonaria
El TEG fue solo el primer paso de un recorrido. Yetem, la empresa madre, llegó a lanzar hasta 50 juegos distintos y a organizar un club de juegos pionero. “Competíamos sobre todo contra los videojuegos, pero el club se volvió lugar de encuentro para fanáticos, con juegos de todos los rincones del mundo. Después la vendí, pero el TEG siempre fue el primero”, dijo el creador, nostálgico.
La saga continuó con nuevas variantes como el TEG, La Revancha, más complejo y competitivo, destinado a fanáticos curtidos del TEG. La experiencia acumulada se tradujo en objetivos mejorados y una mayor profundidad: “Era más completo, era todo lo que alguna vez uno decía: ´quiero hacer esto y no aquello´. Los años te dan una mirada más global y el juego refleja eso”.
En 1999, ya con una marca consolidada, él fue también impulsor de la campaña nacional de Educación Vial: “Era un proyecto de 20 años que finalmente se plasmó con tableros gigantes y tres millones de chicos visitados en colegios de Capital y GBA. Eso me dio una satisfacción enorme y sentí que ya estaba, que no necesitaba seguir con el jueguito. Preferí enfocarme en la promoción y la creatividad”.
Pero tampoco faltaron los desafíos económicos y las pruebas éticas en el universo Jiterman. El creador confesó que, a poco de lanzar el TEG, rechazó una cifra millonaria por considerarlo una extensión de sí mismo: “Año y medio después del lanzamiento, vinieron dos tipos de una fábrica muy grande a comprar el juego. Les dije que no. Era mi hijo, no podía venderlo. Después vinieron problemas porque eran mis proveedores y me frenaron las entregas. Así y todo, resistí”.
Vale recordar que el TEG llegó a exportarse con éxito parcial, cada vez más enfrascado en la competencia global, junto a la presión económica y las barreras locales: “Se exportó, no mucho, se fabricó en Uruguay y fue a Latinoamérica. Es muy difícil sostenerlo por el tipo de país que somos y por cómo funciona la industria del juguete”, relató sin dramatizar.
Pero la modernidad trajo también adaptaciones tecnológicas: “Hay una versión de cartas para viajes, formatos digitales, el TEG se juega también online. Pero nada reemplaza el encuentro presencial”, añadió.
Durante un momento de la entrevista, el creador reflexionó sobre la mutación de las costumbres infantiles. “Hoy los chicos pasan volando por las etapas de los juegos. Si uno se sienta a jugar con ellos, los atrae. Pero la velocidad de la vida hace que sea difícil detenerse, compartir. Antes, la partida podía durar toda una tarde o noche entera”, reflexiona.
Para Jiterman, la verdadera moraleja del TEG es la reivindicación de “la rebeldía contra el mandato, pero no fue premeditado, fue intuición, creatividad, voluntad de hacer algo propio”. Y, a sus más de setenta años, sigue buscando nuevos desafíos: “Llevo más de medio siglo creando y sigo encontrando diversión en cada proyecto”.
“La creatividad no tiene techo. Incluso hoy encuentro juegos que me sorprenden, como el Dixit, que gira en torno a la narración y la imaginación. Encontré que puedo ser creativo en cualquier ámbito, incluso montando una fábrica de aberturas. No tiene que ver con el producto, sino con la actitud ante la vida”, afirma.
Por último, el legado del TEG es el de haber sido punto de encuentro en épocas de soledad, un refugio en la adversidad, un mapa de afectos en el que las conquistas van mucho más allá del tablero. “Hay que evitar que se pierda ese encuentro, es lo más valioso del juego de mesa”, concluyó Jiterman, invitando a resistir la extinción del ritual lúdico en la cultura argentina.
La entrevista completa a David Jiterman
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• De 9 a 12: Gonzalo Sánchez, Carolina Amoroso, Ramón Indart y Cecilia Boufflet.
• De 18 a 21: Jesica Bossi, Diego Iglesias, María Eugenia Duffard y Federico Mayol.
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