El Eternauta en Malvinas: así fue Monte Longdon, la batalla que revive el personaje de Ricardo Darín en la serie

0
4

Ricardo Darín en la piel de Juan Salvo. En la adaptación de Bruno Stagnaro, el protagonista es ex combatiente de Malvinas (Netflix Latinoamerica)

“Volvieron las islas, ¿no?”. Elena se lo pregunta a Juan Salvo, que, arrebatado, acaba de automedicarse con algo que no se sabe qué es pero que encontró en la estantería del depósito de una farmacia abandonada en la que los dos se refugian. Juan Salvo es el protagonista de El Eternauta, encarnado por Ricardo Darín, y Elena, interpretada por Carla Peterson, es su ex pareja y madre de su hija.

Cuando Elena le dice lo de “las islas” a Juan en el tercer capítulo de la serie, que ya es la más vista del mundo en habla no inglesa, le está hablando de dos cosas al mismo tiempo. Le habla de esos momentos en los que Salvo parece desconectarse de lo que está pasando a su alrededor y conectarse con lo que parece ser una mezcla de recuerdos y visiones que se revelan cada vez más, a medida que transcurre la trama. Y le habla también de Malvinas.

Malvinas entra con sutileza en esta adaptación de la obra de Héctor Germán Oesterheld y Francisco Solano López que creó, como director y cabeza del equipo de guión, Bruno Stagnaro. Las islas empiezan a aparecer en un grafiti en medio de las calles asediadas por la nieve mortal, o en una calcomanía que las reclama argentinas, y terminan siendo –spoiler alert– protagonistas de la vida del protagonista: en El Eternauta de Stagnaro, que transcurre en nuestros días y no en los cincuenta, como en la obra original, Juan Salvo es un ex combatiente.

En esas islas mentales que lo aíslan de su entorno y lo arrinconan contra sí mismo, el personaje encarnado por Darín ve pozos de tierra en los que puede caer, bolas de fuego que caen del cielo, dos hombres uniformados, bengalas de guerra. ¿Son islas mentales o es el estrés postraumático de haber estado en Malvinas? ¿Las islas mentales no están hechas de las geográficas?

La historieta de Oesterheld y Sola López transcurre en los años cincuenta. Pero la adaptación audiovisual la trae a nuestros días

“La primera vez que salí a la nieve”, le dice Juan Salvo a su ex pareja, que es médica, para detallarle cuándo volvieron las islas. Toda esa sutileza que va haciendo aparecer el reclamo por la soberanía Malvinas a lo largo de la serie, a la vez que las visiones de Salvo son cada vez un poquito más largas -y más reveladoras-, se vuelven mucho más importantes cuando (más spoiler) en el cuarto capítulo de El Eternauta nos enteramos de que ese hombre al que seguimos más que a cualquier otro estuvo en la Guerra de Malvinas. Incluso en Monte Longdon, la batalla más encarnizada -y la más definitiva- de la contienda de 1982.

Juan Salvo sabe tirar, sabe dónde conviene protegerse de los tiros del enemigo, sabe cubrir las espaldas de sus compañeros, sabe para dónde correr para escapar y qué conviene hacer bajo presión. Sabe amortiguar la ansiedad de sus compañeros, aunque no sepa bien qué hacer con la suya, y sabe perfectamente que puede morirse en cualquier momento. Por eso puede tomar la decisión de que, si se va a morir, se va a morir cantando una de Manal con los amigos. Y sabe todo eso porque fue a la guerra y volvió.

Hace lo que puede con haber peleado en una guerra y haber sobrevivido para contarlo, o para callarlo casi por completo. Cuando saber todo eso se le vuelve invivible, Salvo parece desconectarse por unos instantes del tiempo y el espacio en el que está: lo asaltan las islas. ¿Pero cómo fue, en la vida real, esa batalla que le caló los huesos y el inconsciente a un personaje de ficción?

El principio del fin

Son diez kilómetros y, en auto, lleva unos quince minutos de viaje. Esa es la distancia entre Puerto Argentino y el Monte Longdon, en la Isla Soledad. El 8 de junio de 1982, en plena Guerra de Malvinas, eran las tropas argentinas las que estaban asentadas en la capital de las islas. Pero las fuerzas británicas empezaron a asediar la zona, especialmente Longdon, un terreno que, por sus características topográficas y de ubicación, es clave para “custodiar” Puerto Argentino.

Monte Longdon, a 15 minutos de Puerto Argentino (Imperial War Museums)

Las tropas inglesas atacaron por tierra y también a través de equipos de paracaidistas. El mayor asedio al monte se producía durante las noches, en plena oscuridad. Apenas una sección argentina lograba defender con estabilidad un área del monte, nuevas unidades británicas llegaban por otros flancos para intentar ocuparlo.

La superioridad numérica de los ingleses era notoria, y también de municiones para atacar a los soldados argentinos, que resistían allí donde eran enviados a apoyar a una guarnición que había sufrido demasiadas bajas,

Entre el 8 y las primeras horas del 11 de junio, los británicos se acercaron al monte, de 186 metros sobre el nivel del mar, por cada vía que encontraron. Era una forma de estar cada vez más cerca de Puerto Argentino: ocupar la capital era un objetivo central en una guerra que, aunque no se sabía ese 8 de junio, estaba a punto de terminar. Argentina firmaría la rendición apenas seis días después.

La verdadera Batalla de Monte Longdon, esa en la que Juan Salvo recuerda haber estado y en la que también estuvo el hombre al que le falta una pierna y que, en el primer capítulo, le limpia el vidrio del auto al personaje de Darín unas horas antes de que la nieve mortal empiece a caer, empezaría el 11 de junio a la noche.

Un cielo lleno de fuego

El primer gran golpe británico fue el 11 de junio hacia las 20.30. En ese ataque, el fuego de artillería del enemigo se intensificó como no había ocurrido en los días anteriores, y lograron cortar el tendido telefónico que comunicaba a los líderes de cada guarnición entre sí y con el comando central. Ahora todos dependían de equipos de radio.

Restos de un cañón usado en la batalla más encarnizada de Malvinas, en Monte Longdon (Fernando Calzada)

Una hora después, las tropas británicas habían logrado alcanzar la posición del subteniente Juan Domingo Baldini y de la sección que encabezaba. Al comunicar sus novedades, Baldini anunció que iniciaría un un contraataque, pero unas horas después murió en pleno combate. Hacia las 23, el ataque inglés sobre Monte Longdon era masivo, mucho más condensando que en las 72 horas anteriores.

Se inició así una dinámica de avance británico y contraataque argentino para lograr que esas tropas se replegaran. Pero los recursos, humanos y armamentísticos, eran cada vez más dispares respecto de los del enemigo. Los combates eran cuerpo a cuerpo, así que cada guarnición que llegaba a reforzar la presencia argentina en el monte encontraba muertos de ambos bandos. Además, esas guarniciones que se acercaban al combate lo hacían en medio de fuego cruzado, es decir, arriesgando sus vidas incluso antes de entrar en el verdadero enfrentamiento.

Una embestida encabezada por el teniente Raúl Castañeda hacia las 3 de la mañana del 12 de junio resultó lo suficientemente eficaz como para que las tropas británicas se replegaran como no lo habían hecho desde que se había iniciado la batalla. Pero el fuego de los morteros ingleses les abrió camino para empezar un nuevo ataque, al que se le sumaban combatientes recién llegados a esa zona.

Dos horas después, las tropas británicas cercaban a las argentinas por el norte, el noroeste, el oeste y el suroeste del monte. En medio de la turba malvinense, con temperaturas bajísimas y una visibilidad prácticamente clausurada por la noche y el humo, sólo las bengalas lograban iluminar el cielo por algunos segundos. Esas bengalas que Juan Salvo ve cuando su mente lo lleva a una isla, y que también ve cuando, a kilómetros de distancia, distintos integrantes de una misión -la de lograr entrar a la ciudad en medio del peligro- se avisan que todo marcha bien. Es que las islas mentales, las Malvinas y las calles cubiertas de nieve y de miedo se le confunden al protagonista de El Eternauta.

Salvo sabe cómo tirar: estuvo en la guerra (Netflix)

A las 5 de la mañana, las tropas argentinas ya no tenían una cantidad suficiente de combatientes como para intentar un nuevo contraataque. Pero, sobre todo, casi no tenían municiones. En la batalla de Monte Longdon hubo combates con bayonetas, como si se tratara de una época mucho más remota, y eso se agudizó cuando los soldados argentinos no tenían cargas para disparar sus armas más modernas.

Aún con los últimos recursos, los combatientes argentinos que quedaban en pie intentaron hasta las primeras horas de la mañana hacer retroceder a los británicos. Pero no había forma de que sus ataques cedieran.

Fueron 300, volvieron 90

Las órdenes de retirarse de Monte Longdon llegaron hacia las 6.30. Las tropas argentinas recibieron la instrucción de parte del Comandante de la Agrupación Puerto Argentino, que les indicó abandonar ese campo de batalla y dirigirse a Wireless Ridge, donde habría enfrentamientos al día siguiente. Los últimos en irse del monte, según contarían varios oficiales y soldados en sus memorias, lo hacían llorando. Presentían que era el final, y caminaban entre compañeros muertos.

Desde ese risco de la isla Soledad, los combatientes que quedaban en pie debían ejecutar su fuego de artillería en dirección a las zonas más altas de Monte Longdon para intentar amedrentar a los ingleses. Esa facción aseguró tener 23 bajas durante la batalla nocturna, pero algunas fuentes argentinas aseguraron que el enemigo padeció la pérdida de entre 50 y 60 hombres que quedaron fuera de combate.

Entre las tropas argentinas, el escenario fue más cruento. Unos trescientos hombres habían sido parte de la batalla, y unos noventa volvieron en condiciones a Puerto Argentino. Los demás resultaron muertos o heridos de gravedad, o fueron tomados como prisioneros de guerra por los ingleses.

Campamento argentino en Monte Longdon

Ninguna otra batalla de la Guerra de Malvinas fue tan sangrienta como la de Monte Longdon. Apenas dos días después de su final, la Argentina se rindió en esa contienda que había empezado el 2 de abril, impulsada por Leopoldo Fortunato Galtieri, líder en ese entonces de la dictadura que gobernaba el país.

Aunque el dominio naval de los británicos había quedado confirmado después de que sus torpedos alcanzaran y hundieran al crucero ARA General Belgrano, los soldados argentinos ofrecieron resistencia hasta el final. Monte Longdon fue la prueba más contundente de esa resistencia cuerpo a cuerpo, en medio del frío, la noche, el humo, el miedo, el fuego. En medio de todo eso que se le aparece a Juan Salvo cuando vuelven las islas.