El viaje del Señor y la Virgen del Milagro: terremotos, procesiones multitudinarias y el pacto que une a Salta cada septiembre

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La procesión del Milagro reúne a más de 700.000 personas y es la segunda peregrinación más grande de Argentina (Gobierno de Salta)

La devoción al Señor del Milagro y la Virgen del Milagro en Salta, Argentina, es una de las expresiones de fe más profundas y arraigadas del país, solo comparable con la peregrinación a la Virgen de Luján en Buenos Aires. Estas imágenes sagradas, obras maestras del barroco castellano, llegaron a América en 1592 bajo circunstancias extraordinarias y se convirtieron en símbolos de protección tras un devastador terremoto en 1692.

El 19 de junio de 1592, el puerto del Callao, en la costa peruana del océano Pacífico, fue testigo de un hecho insólito. Dos cajones de madera, flotando en las aguas sin rastro de la embarcación que los transportaba, llegaron a la orilla. En uno de los cajones, una inscripción grabada a fuego rezaba: “Un Cristo Crucificado para la iglesia matriz de la ciudad de Salta”. En el otro, se leía: “Una Virgen del Rosario para el convento de predicadores de la ciudad de Córdoba”. Una nota dentro de los cajones revelaba que las imágenes habían sido enviadas por Fray Francisco de Victoria, antiguo obispo del Tucumán, quien había participado en la fundación de Salta en 1582 junto a Hernando de Lerma.

Las imágenes, pertenecientes a la escuela barroca castellana, son ejemplos excepcionales del arte religioso del siglo XVI. Los investigadores Iris Gori y Sergio Barbieri describen la imagen del Cristo: “El Señor del Milagro es la imagen de Cristo muerto, de tres clavos, con la cabeza inclinada sobre el hombro derecho. La anatomía es vigorosa, aunque no demasiado realista en el detalle, mientras que la composición se apoya en algunos Cristos hispanos del siglo XVI. Sin embargo, los rasgos son americanos, siendo un elemento sugestivo, el uso de tela encolada para el paño de pureza, que nos remitiría a un taller peruano del siglo XVII. Los sucesivos repintes a que ha sido sometido no lograron empobrecer la belleza y dramatismo de la figura. En 1844 se le cambió la cruz y se le colocó un resplandor de plata, obra del chileno Víctor Nazario Morales, residente en Salta, y en el que se invirtieron veinticinco kilos de plata. Es lamentable que esta obra desapareciera, siendo reemplazada en 1902 por la nueva aureola con querubines y nimbo de nubes. Madera tallada; policromía no originaria; tela encolada; plata sobredorada, repujada, fundida y cincelada. Altura máxima: 300 cm; altura del Cristo: 190 cm”.

Las imágenes sagradas llegaron a América en 1592 y se convirtieron en símbolos tras el terremoto de 1692 (Catedral de Salta)

La Virgen del Rosario, destinada a Córdoba, es una escultura de pie, de aproximadamente 1.5 metros, que representa a María con el Niño Jesús en brazos y un rosario en la mano. Su rostro, de rasgos suaves y expresión compasiva, está enmarcado por un manto tallado con pliegues naturales, típicos del barroco. La policromía, aunque desgastada por el tiempo, conserva tonos azules y dorados que realzan su carácter celestial. Esta imagen, destinada al convento de Santo Domingo en Córdoba, llegó a su destino tras un arduo viaje, pero su contraparte en Salta, la Virgen del Milagro, tendría un origen distinto. El virrey García Hurtado de Mendoza, asombrado por la llegada sobrenatural de las imágenes, ordenó cumplir la voluntad de Fray Francisco de Victoria. Las esculturas fueron trasladadas en procesión desde el Callao hasta Lima, la capital del virreinato. Desde allí, emprendieron un viaje épico de 2800 kilómetros por el camino del Inca, un trayecto que atravesaba cumbres andinas, valles profundos y ríos turbulentos. Transportadas a lomo de mula por españoles e indígenas, las imágenes soportaron condiciones extremas, desde el frío de las alturas hasta el calor de los desiertos. En Salta, el Cristo Crucificado fue recibido con fervor y colocado en la sacristía de la iglesia matriz, mientras que la Virgen del Rosario continuó hacia Córdoba. Sin embargo, con el paso de los años, la imagen del Cristo en Salta fue olvidada, relegada a un rincón de la sacristía.

La llegada de las imágenes en 1592 se enmarca en el contexto de la colonización española y la evangelización de América. Fray Francisco de Victoria, obispo del Tucumán entre 1578 y 1587, fue una figura clave en la consolidación de la fe católica en la región. Su decisión de enviar estas imágenes desde España refleja el esfuerzo de la Iglesia por fortalecer la presencia religiosa en las nuevas tierras, especialmente en áreas remotas como Salta, fundada apenas una década antes. El camino del Inca, utilizado para transportar las imágenes, era una red de senderos prehispánicos adaptada por los españoles para conectar el virreinato del Perú con sus provincias más australes. Este trayecto, descrito como heroico por Monseñor Miguel Ángel de Vergara en 1942, simboliza la fusión de culturas indígenas y europeas en la empresa colonial.

La misteriosa llegada de los cajones al Callao, sin rastro de la embarcación que los transportaba, fue interpretada como un signo divino. Nunca se supo qué ocurrió con el navío o su tripulación, lo que añadió un aura milagrosa a las imágenes desde su arribo. Este evento, registrado en crónicas coloniales, reforzó la percepción de que las imágenes estaban destinadas a cumplir un propósito sagrado en las tierras americanas.

El viaje de las esculturas desde el Callao hasta Salta y Córdoba atravesó 2.800 kilómetros de caminos andinos (Catedral de Salta)

El 13 de septiembre de 1692, a las 10 de la mañana, un poderoso terremoto devastó la ciudad de Esteco, a pocos kilómetros de Salta, reduciéndola a escombros. Los temblores también afectaron a Salta, causando daños significativos en la iglesia matriz y otras edificaciones. Los habitantes, atemorizados, acudieron al templo para evaluar los destrozos y encontraron una escena que marcó un antes y un después en la historia de la ciudad. Una imagen de la Inmaculada Concepción, propiedad de una familia salteña y colocada en un nicho superior del retablo principal para la fiesta de la Natividad de María (8 de septiembre), había caído al suelo. Sorprendentemente, la Virgen estaba intacta, en una postura de súplica con las manos juntas, como si orara al sagrario pidiendo clemencia.

Esta imagen, conocida desde entonces como la “Virgen del Milagro” según los historiadores Iris Gori y Sergio Barbieri nos la describen como: “(…) está tallada con articulaciones en los codos y muñecas, lo que indica que fue hecha para ser vestida. (…) María, de pie sobre el cuarto creciente, aplasta al dragón que enrosca por delante su cabeza y su cola asaetada. La peana es prismática y rectangular. Inclina la cabeza hacia delante con la mirada dirigida hacia abajo. El cabello, partido al medio, pasa por encima de las orejas y se continúa por la espalda en forma triangular, pero solamente ha sido tallado adelante el extremo que cae; el resto de la cabeza es lisa. La túnica, con cinturón anudado al frente, llega hasta sus pies en pliegues geométricos que sólo quiebran su verticalidad y paralelismo a la altura de las rodillas. Bajo la orla del vestido asoman las puntas de los zapatos. Contrastan con el tratamiento de dicho vestido los múltiples pliegues de las mangas, dispuestos a partir de los hombros y hasta las muñecas. Grandes motivos de roleos encontrados, estofados, ornamentan simétricamente la túnica, lo que indica la importancia de la imagen ya que después sería cubierta con los ropajes de tela. Bajo el cuello, sobre el pecho, dentro de una tarjeta cuya parte superior ostenta una orla con un motivo central, fitomorfo, en relieve, se lee: Tomás Cabrera, la encarnó. Año 1795. La afirmación tan concreta la encarnó alude, sin dudas, a una reciente hechura de la imagen. Además, las características formales en especial, en la cabeza, nos recuerdan claramente a las obras conocidas de Tomás Cabrera. Está vestida con túnica y manto; lleva corona de plata y peluca. Madera tallada; policromía no originaria; ojos de cascarón; plata fundida y cincelada. Altura máxima: 105 cm“.

En medio del caos, el padre jesuita José Carrión afirmó haber escuchado una voz clara que advertía: “Mientras no saquen al Santo Cristo, los terremotos no cesarán”. La voz señaló la imagen del Cristo Crucificado, olvidada en la sacristía desde su llegada en 1592. A pesar de los escombros, los fieles lograron rescatar la escultura, que milagrosamente no presentaba daños. El Señor del Milagro, con su expresión de sacrificio sereno, fue colocado junto a la Virgen del Milagro en el atrio de la iglesia derruida. Los sacerdotes lideraron rogativas y procesiones, implorando el perdón divino. El 15 de septiembre, los temblores disminuyeron, y el 16 de septiembre, la calma regresó a la ciudad. Este cese de los sismos fue atribuido a la intervención de las imágenes, dando origen al “Milagro” de Salta. Desde 1692, la Fiesta del Milagro se celebra cada 15 de septiembre con una procesión multitudinaria que recorre las calles de Salta. Las imágenes del Señor y la Virgen del Milagro, adornadas con miles de claveles rojos y blancos respectivamente, son llevadas en andas por los fieles, acompañadas por cánticos, sirenas y campanas. En el monumento al 20 de febrero, los salteños renuevan su “Pacto de Fidelidad” con las palabras: “Señor, nosotros somos tuyos y tú eres nuestro”. Esta procesión, que atrae a más de 700,000 personas anualmente, es la manifestación religiosa más importante del noroeste argentino y la segunda del país, solo detrás de la peregrinación a Luján. En 1902, por iniciativa del obispo Matías Linares, el Papa León XIII concedió la coronación pontificia a ambas imágenes, un honor que reafirmó su importancia espiritual. La ceremonia, celebrada el 13 de septiembre de 1902, contó con la presencia de autoridades eclesiásticas de Roma y Argentina.

La Catedral Basílica de Salta alberga las imágenes, que son objeto de restauraciones y veneración constante (Palacio Arzobispal y Catedral/Lisardo Maggipinto)

Hoy, las imágenes del Señor y la Virgen del Milagro se encuentran en la Catedral Basílica de Salta, construida entre 1855 y 1882 en el sitio de la antigua iglesia matriz. El Señor del Milagro, ubicado en un retablo lateral dentro de una urna de cristal, sigue siendo un foco de devoción, atrayendo a miles de fieles que encienden velas y oran frente a ella. La Virgen del Milagro, se exhibe en un altar cercano al del Señor del Milagro. Los fieles admiran su rostro sereno y los mantos bordados que la adornan durante las festividades. Ambas imágenes son cuidadosamente mantenidas por la arquidiócesis de Salta, con restauraciones periódicas para preservar su integridad. Durante la novena, que comienza el 6 de septiembre, las imágenes son entronizadas en el altar mayor, y miles de peregrinos, desde la Puna hasta los Valles Calchaquíes, llegan a pie, en bicicleta o a caballo para rendirles homenaje.

En la misma catedral también se venera un cuadro la que se lo llamó Virgen de las lágrimas. Se trata de una pintura al óleo de 30×25 cm que retrata a la Inmaculada Concepción, una reproducción fiel de una de las versiones de La Madonna del pintor renacentista italiano Giovanni Battista Salvi da Sassoferrato. La obra pertenecía al sacerdote Juan de Arisaga, quien la tenía en su escritorio del Colegio de la Compañía, rodeada de estantes llenos de libros, como parte de su devoción personal. Un día, el religioso notó que la imagen estaba completamente humedecida en el rostro, ojos, cuello y manos, con gotas de agua cristalina que resbalaban hasta el borde del cuadro. Este hecho extraordinario ocurrió durante tres días consecutivos, el 4, 5 y 6 de agosto de 1749, y se repitió después, los días 5, 6 y 7 de octubre de ese mismo año, en diferentes lugares donde se colocaba la imagen. Curiosamente, estos episodios siempre coincidían con momentos de incertidumbre en Salta debido a temblores o fenómenos telúricos. Por estos prodigios, la imagen fue nombrada “Virgen de las lágrimas” y fue coronada con aprobación pontificia el 13 de septiembre de 1952.

El sincretismo cultural de la Fiesta del Milagro fusiona tradiciones indígenas y cristianas en una celebración única (Gobierno de Salta)

El contexto histórico de la Fiesta del Milagro revela un sincretismo cultural único. Los peregrinos, muchos de origen indígena, combinan prácticas cristianas con tradiciones autóctonas, como danzas y música de la Puna, durante la procesión. Este sincretismo refleja la fusión de la evangelización española con las culturas andinas, un legado que se mantiene vivo en la festividad. Además, crónicas como las de J. Toscano (1907) y Monseñor Miguel Ángel de Vergara documentan la importancia de las imágenes en la vida colonial, destacando su rol como anclas espirituales en una región propensa a desastres naturales. Un aspecto menos conocido es el impacto económico y social de la Fiesta del Milagro. En septiembre, Salta se transforma en un centro de peregrinación internacional, atrayendo turistas y generando actividad económica.

La Fiesta del Milagro es más que un evento religioso; es un pilar de la identidad salteña. La procesión une a creyentes y no creyentes, locales y visitantes, en una expresión de fe y comunidad. La devoción a las imágenes, reforzada por su llegada milagrosa y su intervención en 1692, trasciende generaciones, convirtiendo a Salta en un santuario permanente. La Catedral Basílica, declarada Basílica Mayor en 1934, también alberga los restos de héroes como Martín Miguel de Güemes, integrando la fe con la historia patria.

El Señor y la Virgen del Milagro son emblemas de una fe que ha resistido siglos de adversidad. Desde su llegada en 1592 hasta su consagración como patronos de Salta, estas imágenes han inspirado un pacto de fidelidad que se renueva cada año. En la Catedral Basílica, donde reposan, continúan siendo un faro de esperanza para los salteños y miles de peregrinos. La Fiesta del Milagro, con su procesión del 15 de septiembre, no solo conmemora un evento histórico, sino que reafirma la unión de un pueblo con su fe, su historia y su identidad.