Tras más de 48 horas de búsqueda, este martes personal de la Policía de Formosa encontró muerta en un descampado a Gisela Agustina Mendoza, una enfermera que había sido denunciada como desaparecida por su propia expareja el último domingo.
La mujer, de 37 años, presentaba signos de violencia y este lunes, un día antes de su hallazgo, la fuerza de seguridad provincial había detenido preventivamente a su novio, el principal y único sospechoso del femicidio.
En diálogo con medios locales desde el lugar del hallazgo, el comisario inspector Héctor Candia, jefe de Delitos Complejos de la Policía provincial, confirmó la aparición de los restos de Gisela en un descampado, a pocos metros de la cinta asfáltica de la avenida Alicia Moreau de Justo, en inmediaciones al cementerio del barrio San Antonio, en la capital provincial.
“Se había radicado una denuncia el día domingo en la subcomisaría del barrio Guadalupe, donde la pareja había comentado que alrededor de las 9.30 del domingo, él había bajado a la mujer en Corrientes y Filo, y a partir de ese momento no se la vio más”, explicó el comisario Candia.
Gracias a las tareas realizadas por los investigadores, que incluyeron el análisis de cámaras de seguridad, se pudo determinar que el denunciante había ingresado a la zona del hallazgo solo, a bordo de una motocicleta, lo cual fue clave para comenzar a realizar todas las conexiones con el hecho.
“Se lo ve ingresar hacia el sector del barrio San Antonio junto a la mujer, y otros testimonios luego indicaron que había salido solo del lugar. Y hoy, con el trabajo de los canes de la Policía de la provincia, se llegó hasta este lugar”, detalló la autoridad.
Consumado el hallazgo del cuerpo de Mendoza, el juez de feria, doctor Enrique Javier Guillén, dispuso la apertura de una causa judicial contra la expareja de la víctima por los delitos de privación ilegítima de la libertad y presunto femicidio, aunque tras la aparición del cuerpo se espera un cambio de carátula a femicidio.
“El cuerpo presentaba indicios de haber sido objeto de algún tipo de agresiones”, puntualizaron los investigadores.
Al confirmarse el lamentable final de Gisela, desde el Núcleo de Educación Permanente y Formación Profesional (NEP y FP) N° 31 “Atilio P. Lezcano” de Formosa, donde la víctima se había formado como Auxiliar en Cuidados Gerontológicos, emitieron un sentido comunicado para despedir a la enfermera.
“Gisela era una mujer luchadora, fuerte, llena de sueños y amor. Madre de tres hijos, estudiante comprometida, compañera solidaria y una persona profundamente sensible. Durante su formación como Auxiliar en Cuidados Gerontológicos demostró una vocación enorme: adoraba a los abuelos, y en cada clase dejaba ver su calidez, respeto y empatía hacia las personas mayores”, aseguraron desde el centro educativo.
Asimismo, señalaron que el paso de Gisela por la institución “dejó una huella imborrable”, al destacar que fue “una gran alumna, de esas que inspiran, que no se rinden a pesar de las adversidades”.
“No podemos acostumbrarnos a vivir en una sociedad que le arrebata la vida a mujeres valiosas como Gisela. Gritamos con fuerza: ¡Ni una menos! ¡Vivas nos queremos!“, concluye el comunicado.
Por su parte, la expareja de Gisela permanece alojado en una unidad penitenciaria provincial, a disposición de la Justicia.
“Siempre le decía que denuncie”, el relato de la amiga de la víctima
Tras confirmarse el hallazgo del cuerpo sin vida de Gisela Mendoza, una amiga cercana de la víctima dialogó con un medio formoseño y reveló detalles estremecedores del calvario que la víctima vivió con su expareja, a pesar de que ya estaban separados.
Según precisó Patricia en diálogo con Radio Uno, la relación entre Gisela y su esposo —con quien no llegó a divorciarse— había finalizado hace casi un año. Sin embargo, él no dejaba de hostigarla: la amenazaba, la perseguía, la golpeaba e, incluso, la manipulaba emocionalmente.
“Siempre le decía que denuncie, pero ella era muy creyente. Me decía que había jurado ante Dios”, relató Patricia con la voz entrecortada. No obstante, agregó: “Le pegaba, y al día siguiente le pedía disculpas como si nada”.
Licenciada en Geriatría, Gisela trabajaba mañana y tarde como cuidadora de adultos mayores. Y como su situación económica no era la mejor, si le quedaba tiempo también realizaba tareas de limpieza. “Ella se ocupaba de todo, no tenía tiempo para descansar. Era muy tranquila, muy paciente. Se guardaba todo para no hacerles daño a sus hijos”, subrayó su amiga.
Entre lágrimas, Patricia aprovechó el final de la entrevista para dejar un mensaje a otras víctimas de violencia de género. “Que las mujeres no se callen, que no piensen que un hombre que golpea una o dos veces va a cambiar, porque no cambian. Que denuncien, que pidan ayuda”, suplicó.
Y concluyó: “Que no cometan el mismo error que cometió mi amiga… que cometí yo. Que se haga justicia por Gisela y por todas”.