La leyenda de Mate Cosido, el ladrón que repartía el botín entre los pobres: la emboscada de Gendarmería y su misterioso final

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El tucumanoSegundo David Peralta,

Los asaltos a La Forestal, Bunge & Born y Dreyfus, corporaciones extranjeras con fábricas y establecimientos en el litoral, donde sus trabajadores sufrían inimaginables grados de explotación, fueron el blanco predilecto del escurridizo Segundo David Peralta.

Era conocido como Mate Cosido por una cicatriz que le había marcado la cabeza para siempre, presumiblemente por una golpiza que le dio un comisario cuando se enteró que había tenido una aventura con su esposa. De ahí en más, en su Tucumán natal, la policía lo tuvo de hijo y la entradas y salidas de la comisaría se hicieron más frecuentes, aún por faltas menores.

Peralta había nacido el 3 de marzo de 1897 en Monteros, Tucumán. Como sus hermanos fue a la escuela y a los 13 años se empleó en una imprenta. Así se hizo obrero gráfico y simpatizó con las ideas anarquistas.

Cuando La Forestal se convirtió en blanco de sus golpes, hubo presiones al gobierno para capturarlo

Llegó el día en que decidió que no podía permanecer más en su terruño y en 1926 apareció por el Chaco. Tenía 29 años y por sus andanzas con su cómplice, el calabrés Antonio Rossi, pasó cinco años preso en el penal de Resistencia.

Cuando quedó en libertad regresó a su provincia, pero la policía no se había olvidado de él, se la tenía jurada y, a pesar de los ruegos de su madre de que dejase de robar, se mudó nuevamente a Chaco. Armó una banda con su compinche Rossi y con el vasco anarquista Eusebio Zamacola, a quien había conocido en la cárcel.

Asaltaban negocios y trenes. En 1935 su socio Rossi murió en un tiroteo en un golpe a un almacén.

Mate Cosido y Zamacola se dedicaron a asaltar las oficinas de La Forestal, Bunge & Born y Dreyfus. Esto causó empatía entre la población. Es más, a veces compartían el botín con los campesinos.

Por una temporada se asoció a Juan Bautista Vairoleto, también buscado por la justicia

Los testigos que lo conocieron lo recordaban como una persona humilde y educada. Muchos lo llamaban “el bandido de los pobres”.

Peralta planeaba minuciosamente los golpes. Tenía sus propias reglas: no se tiroteaba con la policía y en los asaltos no se debía disparar a las víctimas.

La policía no podía encontrarlo, ya que la población local lo cobijaba. Vestía y vivía como ellos, y así pasaba desapercibido, solía disfrazarse de viajante de comercio y disponía de varios documentos con diversas identidades.

En 1937 Juan Bautista Vairoleto “el pampeano” se unió a Peralta. Eran casi de la misma edad. Se habían conocido en Buenos Aires, al parecer en una reunión de la logia masónica Hijos del Trabajo, que funcionaba en Barracas.

Puesto de Gendarmería en 1941, cuando el cuerpo recién había sido creado (Archivo General de la Nación)

Ambos bandidos decidieron golpear a una subsidiaria de La Forestal, a las que asaltaron en marzo y mayo de 1938. Pero ignoraban que un traidor en la banda los había delatado, y los esperaban. En un tiroteo murió el empleado Oscar Mieres. Era la primera víctima de los asaltos protagonizados por Peralta.

Después de esos dos golpes, Peralta y Vairoleto se separaron. En el interín, el cómplice Zamacola fue detenido en Córdoba, en la cárcel estudió contabilidad y cuando salió no se involucró más en el delito.

El presidente Agustín P. Justo, ante el lobby de las empresas, y en vistas que la policía local no podía atraparlo, decidió cortar por lo sano: mandó al Congreso el proyecto de ley de creación de la Gendarmería Nacional: su primera misión sería la de terminar con los bandidos del Chaco.

Le habían puesto precio a la cabeza de Peralta. Pero el criminal era amparado por los campesinos, con los que solía repartir lo robado

El 28 de julio de 1938 fue creado este cuerpo, por ley 12367, que no solo debía cuidar las fronteras sino que comenzó su actuación como policía militarizada federal. “Velar por el mantenimiento del orden y la seguridad pública”, se estableció.

Su primera misión fue la de terminar con las correrías de Mate Cosido en esa extensa región del Chaco, Formosa y norte de Santa Fe, que a esa altura su modus operandi más frecuente era el de secuestrar gente y pedir rescate.

El primer jefe de este cuerpo fue el general de brigada Manuel Calderón, que venía de presidir un tribunal militar que condenó a degradación y cadena perpetua al mayor Guillermo Mac Hannaford, acusado de espía y de traidor a la Patria.

En los primeros años dependió del Ministerio de Guerra. La primera unidad que abrió fue en Las Lomitas, en la provincia de Formosa.

Cuando comenzó a actuar Gendarmería Nacional, las cosas cambiaron. Y Peralta debió refugiarse en el monte. Su cabeza tenía precio: ofrecían 2000 pesos de recompensa.

Y un día desapareció. Herido cuando fue a buscar el dinero del rescate de un secuestro, desaparecería para siempre

El 22 de diciembre de 1939 fue su último golpe conocido. Ese día secuestró al estanciero Jacinto Berzón, y pidió un rescate de 50 mil pesos moneda nacional. El dinero debía ser arrojado el 7 de enero desde una formación del ferrocarril General Belgrano antes de que llegase a la Estación Berthet, en el sudoeste del Chaco.

Pero los gendarmes los estaba esperando. Desde el mismo tren dispararon a los miembros de la banda y Peralta fue herido en la cadera. Aún así logró escabullirse.

Lo habría curado un farmacéutico y desapareció de la escena.

La última noticia que se tuvo de él fue a fines de marzo de ese año cuando envió una carta a la revista Ahora:

“Estoy enterado de la oferta de dos mil pesos que la Gendarmería promete por mi captura, pobre recurso de fracasados, eso es lo mismo que hacer confesión de incompetencia, lástima que mi detención haya sido cotizada a tan bajo precio, yo creía que a estas horas mi vida valía mucho más. Mis amigos chaqueños se ríen de la oferta y yo confiado duermo a veces en sus hogares, en la certeza que no seré vendido así nomás, algunas veces charlan conmigo al respecto y vierten opiniones, unos critican la bonita moral que quieren enseñar al pueblo, ser un traidor”

La Gendarmería lo buscó por todos lados, pero fue inútil. Quedó su esposa Ramona Romano, que tenía 14 años cuando había conocido al delincuente. Tuvieron un hijo, Mario. Prontuariada por la policía, la mujer se fue a vivir a Roque Sáenz Peña, donde dicen que en una oportunidad los mandó a buscar, pero que la mujer no quería ese tipo de vida para su hijo.

Enseguida alrededor suyo se tejieron mil historias: que vivía en Asunción del Paraguay, amparado por un militar, que estaba en Rosario dedicándose a la política o que había muerto de cáncer. Sin embargo, solo quedaron las andanzas, contadas una y otra vez en la profundidad del monte, de ese ladrón buscado por todos y que un día, simplemente, se desvaneció.