Marina Vollman: “Pasé años creyendo que era menos inteligente hasta que descubrí que era disléxica; ahora lucho para que ningún chico viva lo mismo”

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Estas declaraciones fueron realizadas en diálogo con Infobae en Vivo, durante el programa de la mañana, que cuenta con la conducción de Gonzalo Sánchez, Carolina Amoroso, Ramón Indart y Cecilia Boufflet. En un clima de entusiasmo y empatía, Vollman reconstruyó los desafíos y prejuicios que enfrentó, la importancia del diagnóstico temprano y la necesidad de que el sistema educativo cumpla con las adecuaciones estipuladas por la ley para los alumnos con dificultades específicas de aprendizaje.

Desde su experiencia personal hasta su labor como embajadora en la Asociación de Dislexia y Familia, Vollman relató el recorrido desde su infancia, cuando desconocía que era disléxica y atravesaba la escolaridad con frustraciones que no lograba entender. “Me costaba sentirme inteligente, no llegaba a la media de todos y era muy frustrante para mí, emocionalmente”, explicó. El diagnóstico de sus hijos fue clave para comprender su propia historia: “Gracias a mis hijos, pude hacerme el diagnóstico a los 40 años y entender por qué había sufrido tanto”.

Uno de los puntos centrales de la conversación con Infobae en Vivo, en el programa de la mañana, fue la importancia del diagnóstico temprano. Vollman describió la dislexia como “una dificultad específica en el aprendizaje que suele manifestarse en la escuela y en casa: puede verse en chicos a los que les cuesta escribir una letra, sentarse a prestar atención o aprender matemáticas”. Aclaró también que hay distintos tipos de dificultades —dislexia, disgrafía, discalculia, dislalia— y subrayó: “Cuanto antes se sepa, mejor. Muchas veces decimos que los maestros tienen que estar capacitados porque es ahí donde aparece el chico con alguna dificultad”.

Vollman, hace varias décadas fue una reconocida movilera de televisión, fue enfática al referirse al rol de la familia: “Es fundamental estar atentos desde casa; cuanto más pasa el tiempo sin diagnóstico, más difícil resulta la escolarización”. Recomendó que los padres se acerquen a la escuela, dialoguen y no teman repreguntar en busca de respuestas: “Si se detecta una dificultad, es importante reunirnos con directivos y docentes, buscar un equipo interdisciplinario y obtener un diagnóstico psicopedagógico”. Remarcó que la ley 27.306 ampara a los chicos con dislexia: “Con el diagnóstico en la mano, el alumno puede acceder a adecuaciones en todas las materias. Es esencial que las escuelas las cumplan y que los padres conozcan este derecho”.

Sin embargo, Vollman reconoció que la aplicación de la ley en el terreno real dista mucho de la teoría: “Notamos desde la asociación y por los mensajes de los padres que las adecuaciones no se respetan siempre, o sólo se aplican en algunas materias. Eso genera una situación emocional muy difícil para los chicos”. Comentó también sobre la problemática social de la estigmatización: “Existe una crueldad si el chico disléxico es confundido con un vago o disperso. Hay que evitar el estigma y entender que aprende de otra manera”.

Uno de los peligros más habituales, resaltó, es el bullying: “Quien no es el más rápido termina quedando relegado. Muchas veces sufren situaciones de bullying porque quedan afuera del grupo por razones que no manejan. La responsabilidad es de los adultos: tenemos que estar atentos y evitarlo”. Contó que en su propio libro, “Yo Disléxica”, explora estos temas y ofrece una guía para padres que atraviesan la misma situación.

La experiencia familiar de Vollman es un espejo para muchas. Recordó: “Con mi hijo mayor pasamos años de sufrimiento tratando de que aprenda las tablas. Él necesitaba otro método y yo no lo sabía. Fue recién a los nueve años, con ayuda de una psicopedagoga, que empezó a leer”. Relató que muchos chicos reciben el diagnóstico recién a los 12 o 14 años, tras años de frustración y conflictos familiares: “No sólo es difícil para el chico, la familia entera sufre. Hay que acompañar de una manera empática y buscar ayuda en la escuela”.

La realidad escolar, según Vollman, dista de ser ideal. Señaló que, aunque la ley es clara, el camino para las familias no lo es: “Fui de escuela en escuela buscando dónde aceptaran a mi hijo. Sufrí mucho ese proceso. Hoy, ya en la universidad, sigue requiriendo el mismo acompañamiento”. Sugirió que los padres conozcan la legislación: “Les digo a los papás que hagan una fotocopia de la ley y la lleven a la escuela. Hay medidas simples que los maestros pueden implementar: agrandar la letra, adaptar las consignas. La ley está pero ahora hay que hacerla cumplir”.

Al abordar cómo influye el dispositivo educativo en la autoestima de los alumnos con dificultades, Vollman advirtió: “No es que el disléxico tenga menos capacidad mental. Hay personas con dislexia famosísimas: Steven Spielberg, entre otros. El sistema educativo no está preparado para la diversidad de aprendizajes y tiende a dejar atrás a quien necesita métodos alternativos”. Afirmó que los alumnos con dislexia muchas veces pasan a ser “alumnos invisibles”, sentados al fondo para evitar ser interpelados por los docentes.

Describió a la escuela como una “pirámide”: “El sistema apunta al medio, al promedio. Quien destaca y puede brillar extra, muchas veces termina aburriéndose; y quien va por detrás, queda aislado. Hace falta que los docentes reciban formación y estén abiertos al cambio”.

Vollman se refirió también al papel de la inteligencia artificial en el aprendizaje: “Hoy en día, la inteligencia artificial está empezando a ayudar mucho a los chicos con dificultades. Les puede ofrecer otros métodos para aprender matemáticas, por ejemplo, o distintas maneras para resolver consignas”. Aseguró que herramientas como audiolibros e imágenes ayudan no sólo al disléxico sino a toda la clase: “El aprendizaje visual ayuda a todos, no sólo a quienes tienen dificultades”.

Reconoció avances en el ámbito estatal y privado: “Hoy tanto las escuelas estatales como privadas están mostrando voluntad de cambio, aunque falta mucho camino. Es indispensable que los padres pierdan el miedo a pedir un trato adecuado. No es un logro personal, es un derecho del chico”.

Marina Vollmann se hizo famosa a principios de los 90 en el programa de Tinelli

Sobre su vida profesional y familiar, relató la transición desde su temprano salto a la fama, cuando se hizo conocida por sus entrevistas en el programa de Marcelo Tinelli, hasta su actual labor: “Dejé la tele y me dediqué primero a la producción teatral, después a acompañar a mis hijos y luego encontré mi lugar ayudando a otras madres y familias”. Detalló que su trabajo con la asociación se expandió: también sensibiliza sobre el bullying escolar y sobre la importancia de tender redes entre las familias.

Reflexionó sobre la necesidad de formar cuadros docentes y directivos: “La magia la tiene el docente, pero la institución es la que debe marcar el rumbo. Es imperativo que las familias se acerquen, reclamen y hagan respetar los derechos”. Aseguró que entre los principales desafíos está que los chicos atraviesen la escolaridad en un entorno feliz, “porque es la base para toda la vida futura”.

Vollman también abordó el desafío intergeneracional: “Antes había una sola manera de enseñar y quien no se adaptaba, quedaba atrás. Hoy entendemos que existen múltiples formas de aprender; es fundamental la flexibilidad”. Insistió en la importancia de no intimidarse ante el sistema escolar y de defender los derechos de los chicos: “No hay que resignarse; si no funciona, hay que cambiar de escuela”.

Reiteró que la universidad puede ofrecer experiencias positivas para alumnos con dificultades: “En la universidad muchos docentes identifican quién necesita otra modalidad de examen y se lo ofrecen. Eso mismo es lo que debe acontecer en la primaria y secundaria”.

Al cierre, resaltó el valor del acompañamiento y de la construcción social: “Nuestro perfil en redes, Vínculos sin Bullying, busca poner en común información y experiencias. Necesitamos generar comunidad para que ninguna familia atraviese esto en soledad”.

En definitiva, Marina Vollman encarna una lucha por la inclusión escolar y la aceptación de la diversidad, tanto desde su rol en la Asociación de Dislexia y Familia como desde su experiencia íntima. Recuerda que la palabra clave es empatía, y que todos —familias, docentes, directivos y Estado— deben velar por una educación realmente accesible para todos.

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