En una quinta ubicada en Carlos Spegazzini, partido bonaerense de Ezeiza, que años atrás perteneció a la Fundación Felices los Niños, fue hallado el cuerpo sin vida de Mirta Beatriz Vener, de 71 años, el pasado 1 de julio. Diez días después, el caso es un misterio. En principio se sospechó que había muerto de causas naturales, pero la autopsia le dio un giro al caso: el cadáver tenía múltiples signos de haber sido sometido a una paliza y la mujer había sido asfixiada, pero el homicida no había dejado marcas. Pero nadie escuchó ni vio nada o, al menos, eso dicen.
“No hay nada forzado, nada roto, no robaron nada. No tiene signos de abuso, nadie escucho ni vio nada, tampoco el hijo que vive en el mismo predio. Ni los perros ladraron”, explicaron a Infobae fuentes con acceso al expediente los puntos más sospechosos del caso.
La causa, que se investiga como “averiguación de causales de muerte”, mantiene múltiples interrogantes abiertos y está a cargo de la Unidad Funcional de Instrucción Nº1 de Ezeiza, bajo la dirección del fiscal Federico Ricart.
El hallazgo del cuerpo se produjo en el predio de calle Bermúdez al 900, donde vivía la víctima, aunque en una zona separada de la vivienda de su hijo, Gustavo Javier González, quien también residía en el lugar.
Mientras la mujer habitaba una habitación sobre un antiguo comedor al fondo del terreno, González lo hacía en la construcción de adelante del terreno donde décadas atrás funcionaba la fundación creada por el sacerdote Julio César Grassi, condenado por abuso sexual. El predio, según fuentes del caso, habría quedado deshabitado tras la disolución de Felices los Niños, y el hombre se habría establecido allí de manera informal.
Según el testimonio del hijo de la víctima, ese martes 1 de julio él regresó de su trabajo y notó que su madre no respondía a sus mensajes ni se encontraba en su lugar habitual. Al no obtener respuestas, convocó a su hermana Patricia, a vecinos y conocidos para iniciar una búsqueda.
Fue recién en horas de la tarde, tras revisar varios sectores del predio, que la hermana de Mirta encontró su cuerpo en el interior de un galpón cerrado, sin candado, pero con la puerta apoyada. Alicia González dio la alerta: “Está acá”. Al notar que no respiraba llamaron de urgencia a la Policía.
La escena resultó desconcertante. El cuerpo yacía sobre un colchón, semicubierto por una manta, en posición fetal. En principio, familiares y personal policial barajaron la posibilidad de una caída accidental, incluso se mencionó que la víctima podría haberse golpeado tras una ingesta de alcohol, ya que la noche anterior había sido vista bebiendo fernet puro.
Sin embargo, el panorama cambió drásticamente con los primeros informes médicos. Según constató el médico legista, el cuerpo presentaba múltiples hematomas visibles y signos de asfixia mecánica, aunque sin marcas evidentes de compresión en el cuello ni lesiones compatibles con violencia sexual.
“El cadáver, además, tenía un grado de descomposición que indicaría una data de muerte superior a las 24 horas al momento del hallazgo», comentaron.
Los detalles del entorno tampoco ofrecieron explicaciones claras. El galpón no mostraba signos de ingreso forzado, ni había desorden o indicios de robo. Tampoco se hallaron elementos punzantes, armas ni manchas hemáticas visibles. El portón, según testigos, estaba cerrado, aunque sin traba alguna. Para cerrarlo, según explicó González, era necesario levantarlo debido a su estructura de rejas.
Los testimonios recogidos en las horas siguientes aportaron más preguntas que certezas. La pareja de González, Patricia De Luca, dijo haber visto a la víctima en estado de ebriedad el 30 de junio, alrededor de las 19, pero al día siguiente no percibió movimientos anómalos ni escuchó ladridos de los perros.
Lo mismo declaró un vecino de enfrente del predio y aseguró que los animales suelen alertar ante cualquier intrusión, algo que, curiosamente, no ocurrió esa noche.
Según fuentes del caso, tras iniciar la búsqueda y mirar dentro del galpón “sin ver nada”, González se habría retirado un momento a buscar un cargador. Cuando le avisaron que habían encontrado a su madre muerta, regresó brevemente, pero luego volvió a ausentarse. “Este comportamiento generó suspicacias entre los investigadores”, dezlizaron.
El informe preliminar de autopsia confirmó la presencia de lesiones traumáticas compatibles con golpes, aunque sin signos de abuso ni rastros de defensa. La causa probable de muerte fue determinada como asfixia, posiblemente provocada con el brazo del agresor, de acuerdo con los forenses. Las autoridades judiciales aguardan aún los resultados toxicológicos y estudios complementarios.
El fiscal Ricart mantiene el caso la calificación del caso de “averiguación de causales de muerte”, aunque no descarta ninguna hipótesis.