Hay quienes piensan que las personas mueren solo cuando se las deja de recordar. De ser así, Guillermo Bredeston nunca murió. Es verdad que partió de este plano hace ya 7 años, el 28 de julio de 2018, después de una larga lucha contra las secuelas de varios ACV. Pero también es cierto que, desde entonces, Nora Cárpena, la mujer con la que compartió más de cinco décadas de amor y con la que formó una familia, no hizo más que mantener viva su memoria.
Se habían conocido allá por el año 1964, en Canal 13, en un ciclo llamado Palmolive en el aire. Bredeston, nacido en Concepción del Uruguay, Entre Ríos, el 24 de agosto de 1933, había llegado a Buenos Aires varios años antes con la intención de estudiar abogacía, aunque un día decidió anotarse en un taller de teatro de la facultad y su destino terminó ligado a la actuación. Así que, para cuando se cruzó con Cárpena, ya tenía un pequeño camino recorrido en el mundo del espectáculo.
Guillermo se había formado en la Escuela Nacional de Teatro, donde mantuvo un breve romance de juventud con René Roxana, la madre de Ricardo Darín, y comenzó su carrera profesional en giras junto a su amigo y colega Rudy Carrie y haciendo radioteatro con Nora Massi, en Radio Nacional. Hasta que, finalmente, tuvo la oportunidad de debutar en Canal 7 de la mano de César de Combi, quien era su profesor. Y, antes de desembarcar en la emisora de Constitución, se presentó en España con la obra Aprobado en castidad.
Nora, en cambio, recién estaba dando sus primeros pasos en el medio cuando el destino la cruzó con Bredeston. Pero, sin lugar a dudas, tenía sangre de artista. Hija del actor y director Homero Cárpena y la actriz Haydée Larroca, nació el 23 de enero de 1945 en Quilmes, donde cursó sus estudios en el colegio San José. Apenas comenzó a trabajar en los clásicos teleteatros en blanco y negro que reunían a los vecinos de cada barrio frente al televisor, se destacó entre sus colegas.
El flechazo entre ellos fue inmediato. Pero además de los 11 años que los separaban, que en ese momento se hacían notorios, había otros impedimentos para que pudieran darle rienda libre a su amor: Guillermo estaba casado con Grece Silva, no existía la ley de divorcio vincular y una relación extramatrimonial con Nora podía derivar en un verdadero escándalo. Así que no tuvieron más remedio que contener la pasión. Hasta que, dos años después, el actor se separó de su esposa y ambos se animaron a jugársela por ese amor que ya no podían controlar.
En los primeros años de relación, nacieron las dos hijas de la pareja, Lorena y Nazarena. A los ojos de todos, parecían hechos el uno para el otro. Sin embargo, cuando las niñas todavía eran muy pequeñas, tuvieron que atravesar una crisis que los puso al borde de la separación. ¿El motivo? Los celos de él. Guillermo era un verdadero galán, sí. Pero Nora, dueña de una belleza única, era una de las actrices más deseadas de la época. Y, a principios de la década del ‘70, rumores infundados la relacionaron con Alberto Martin, con quien protagonizaba la telenovela El hombre que me negaron, en Canal 9. Así que, enceguecido por el temor de perder a la mujer que amaba, Bredeston terminó boicoteando la relación.
Lo cierto es que, un año después, todo se aclaró y la paz volvió a reinar entre ellos. Así que nunca más se distanciaron. De hecho, amén de los éxitos individuales, entre 1981 y 1983 ambos marcaron un verdadero hito en la televisión argentina con el Ciclo de Guillermo Bredeston y Nora Cárpena en Canal 9. Y, cuando él decidió alejarse de la actuación para dedicarse de lleno a la producción, junto a Carlos Rottemberg, fue el creador del éxito teatral Brujas, en cuyo elenco original su esposa compartía escenario con Thelma Biral, Susana Campos, Moria Casán y Graciela Dufau.
Los años fueron pasando y ambos se convirtieron en una de las parejas más sólidas y admiradas de la farándula local. Entonces, llegaron los nietos, en total siete: Federico, Pilar y Estefanía, hijos de Lorena, y Solana, Milagros, Trinidad y Carmela, de Nazarena. Pero, cuando todo parecía perfecto, la salud de Bredeston se complicó. En 2004, fue sometido a una intervención cardíaca. Y, siete años más tarde, sufrió el primero de sus cinco ACV. Desde entonces, su existencia se transformó en un verdadero sufrimiento.
Nora nunca se separó de su lado. Por respeto a él, evitaba dar detalles del estado en el que se encontraba. Pero en el ambiente se sabía de los sacrificios que hacía por lograr que el hombre de su vida pudiera, aún estando postrado en una cama, sin poder hablar por una traqueotomía, asistido por un respirador y una máquina que lo alimentaba, sentir su afecto y el de su familia. Hasta que, finalmente, sucedió lo inevitable. Y, a la angustia por su partida a los 84 años, se le contrapuso el alivio de no tener que verlo sufrir más.
Los sentimientos no se terminan cuando el ser querido se va de este mundo. Y Cárpena, sanamente, decidió tratar de borrar de su mente las imágenes de los últimos tiempos, cuando Guillermo ya no era él mismo, y quedarse con los recuerdos de los buenos tiempos. Cuando eran una pareja feliz y exitosa que disfrutaba de su profesión, de su familia y de su inmenso amor. Ese que, aún en ausencia, se mantiene latente hasta el día de hoy.