Pese a que las bombas y las batallas de trincheras sucedían a miles de kilómetros, la Segunda Guerra Mundial también tuvo sus capítulos en Argentina. En este caso, en estas playas del sur del continente se dio más una especia de contienda fría de espías y algunas pocas batallas en el mar argentino.
Bahía Blanca funcionó como un punto clave para la vigilancia y el espionaje alemán en Argentina durante la Segunda Guerra Mundial. Gustav Monch se destacó como uno de los personajes centrales en la actividad de inteligencia nazi en la ciudad. Monch, ingeniero alemán, se estableció en la zona en la década de 1930 y desarrolló una amplia trama de contactos. Organizó una red que brindaba información estratégica sobre movimientos navales y logísticos a Alemania. Su influencia abarcó tanto el ámbito local como conexiones con individuos de otras provincias involucrados con el régimen nazi.
El espía sin fotos
Las acciones de Monch se centraron en recopilar datos sobre barcos británicos, estadounidenses y argentinos que llegaban y partían del puerto. A través de la utilización de infraestructura civil y contactos en instituciones extranjeras, llegó a coordinar envíos de información cifrada hacia Europa. Las autoridades argentinas, al tomar conocimiento de la red, realizaron investigaciones, aunque la protección que Monch recibía de ciertos círculos dificultó su detención por un tiempo considerable. Entre los elementos más destacados de su perfil se encuentra la capacidad para mimetizarse en la vida social de Bahía Blanca, lo que le permitió operar con discreción durante años.
El inmigrante alemán tuvo familia y participaba de los eventos de la sociedad de la época como un bahiense más. Solía elogiar la Argentina como “tierra de oportunidades”. Sin embargo, cuando comenzaron las hostilidades en Europa, su función cambió para siempre.
Monch había sido contratado para trabajar en la vieja usina de Ingeniero White, un pueblo muy cercano a Bahía Blanca. Desde allí tenía contacto visual directo con el puerto. Mientras intentaba mantener encendida la electricidad de toda la ciudad.
Monch no actuó solo. Mantuvo vínculos directos con otros agentes alemanes, incluyendo funcionarios diplomáticos y marinos del barco Ussukuma, que tuvo un paso por Bahía Blanca. Esta estructura redundó en la conformación de un entramado de espionaje cuyos efectos se extendieron mucho más allá de la ciudad del sur bonaerense. Los relatos de la época hablan que un día llegó la policía y se lo llevó sin dar demasiadas explicaciones. Nunca más se supo de él. Meses después, el Ejército Rojo ingresaba en Berlín.
No quedó ninguna foto del paso de Gustav por la vieja usina de Ingeniero White. Es como si no hubiera existido, salvo por los relatos que recopilaron su vida. En tanto, el espacio en el que trabajo se convirtió ya entrado el siglo XXI en un centro cultural llamado La torre del espía.
Un barco nazi en Bahía Blanca
La entrada del Ussukuma al puerto de Bahía Blanca marcó un momento significativo para la comunidad local. Fue en 1939, apenas declarada el conflicto entre Alemania y los Aliados. El barco, un buque mercante alemán, arribó en circunstancias marcadas por la tensión internacional y el avance de la Segunda Guerra Mundial.
Abel Basti es un escritor e investigador por temas relacionados al nazismo en Argentina. Es uno de los pocos que estudia e intenta probar la presencia de Adolf Hitler en el sur del continente.
Sobre la presencia del Ussukuma en Argentina, sostiene en diálogo con Infobae que “seguro era buque de apoyo para el barco de guerra Graf Spee. Ambos fueron perseguidos por la flota inglesa que estaba en Malvinas”.
La presencia del barco captó de inmediato la atención tanto de las autoridades argentinas como de los habitantes de la ciudad. El Ussukuma transportaba tripulantes y una carga que incluía maquinaria, productos de hierro y diversos bienes comerciales.
En Bahía Blanca el capitán tuvo contacto con Monch. “De hecho, el espía acompañó a dos tripulantes al hospital de la ciudad porque tenían problemas de salud”, explica Basti.
Los rumores empezaron a circular entre los vecinos de Bahía Blanca. Se propagaron versiones sobre el transporte de armas o materiales secretos, aunque oficialmente la carga constaba de bienes civiles y maquinaria industrial. La estadía del Ussukuma se transformó rápidamente en tema central de conversación en los bares y mercados locales.
Mapas nazis de la costa argentina
Basti muestra una serie de documentos que dan cuenta de la importancia estratégica que le daba Alemania a América del Sur. Son unas cartas de navegación de 1920, pero que fueron actualizadas en al década del 40 por el Ejército alemán. “Tienen el sello con el águila nazi característico”, cuenta el investigador.
El escritor tiene en su poder dos tipos de mapas. En algunas de las imágenes se ve la costa argentina con todos los accidentes geográficos. Y marcado los puertos en los que podrían atracar sus barcos. “Esta señalizado hasta una zona de ejercicios de submarinos que es de la marina nacional – cuenta Basti-. Así se demuestra la relación del nazismo con sectores militares argentinos”.
Otros de los archivos son de inteligencia. Se ve la costa y el mar argentino todo marcado con números y letras. También, otra vez, el águila nazi como sello de identificación. “Este mapa se usaba para darle coordenadas precisas a los capitanes de los barcos para que se dirijan a ese punto para alguna misión especifica”.
Y Basti revela unos documentos de la antigua Unión Soviética que marcan que cuando el destino de la guerra ya estaba marcado, unos 15 submarinos salieron desde Noruega y España con rumbo a América del Sur. “De todas esas naves, dos se entregaron en Mar del Plata, una tercera está hundida frente a Necochea y aparecieron unos botes en la Patagonia. Pero hay que seguir buscando. Mi hipótesis es que Hitler llegó en uno de esos submarinos”.
El destino final del Ussukuma
Luego de varias semanas en puerto, y en medio de una situación política internacional cada vez más tensa, el Ussukuma emprendió su partida de Bahía Blanca. Durante su salida, se produjo un episodio que marcaría el final de la presencia del barco en la ciudad y reforzaría el mito en torno a su historia. La Armada británica, en pleno enfrentamiento bélico contra el Tercer Reich, lo localizó en aguas cercanas tras su salida del puerto argentino. Ante el pedido de que se entreguen, la tripulación abandonó el barco como detenida, pero antes hicieron explotar la nave. El buque nazi quedó para siempre en el fondo del mar argentino. Se llevó a las profundidades toda su carga, secretos y, quizás, mapas parecidos a los que tiene Basti en su poder.
El suceso provocó conmoción tanto en la comunidad bahiense como en la prensa nacional e internacional, que rápidamente difundió la noticia del hundimiento. Tripulantes del Ussukuma fueron capturados y trasladados al Reino Unido, donde participaron en interrogatorios sobre sus actividades y posibles conexiones con acciones de inteligencia en Sudamérica. Luego, quedaron detenidos en un campo de prisioneros de Sudáfrica hasta el final de la Segunda Guerra Mundial.