Un hombre que llegaba en su auto al colegio de su hija mayor fue víctima de un robo al ser interceptados por cuatro motochorros en Ramos Mejía. Los ladrones lo sorprendieron cuando intentaba bajar a su pequeña de cuatro años. Por suerte, lo dejaron llevarse la nena antes de sustraerle el auto. Una cámara de seguridad captó todo lo sucedido y esas imágenes encabezan esta nota.
El ataque ocurrió en la esquina de Malabia y Cerrito, a las 16 del último miércoles 11 de junio. A esa hora, el tránsito de padres y madres que retiran a sus hijos del colegio es constante, pero ni eso alcanzó para evitar el asalto.
Santiago, el padre de la menor, acababa de llegar al lugar a bordo de su camioneta. Venía acompañado de su hija menor, de cuatro años, a quien había pasado a buscar minutos antes por el jardín. El objetivo era recoger a su hija mayor del colegio, ubicado a escasos metros del lugar del hecho.
Todo transcurría con normalidad, hasta que, mientras intentaba ayudar a bajar del vehículo a la nena, fue sorprendido por los delincuentes. “Me abordaron de atrás y estaba avocado en bajar a mi nena del auto, que era lo único que me importaba”, relató el hombre en diálogo con TN.
En ese instante, la prioridad fue una sola: proteger a la niña. Santiago reaccionó de inmediato y les rogó a los asaltantes que le permitieran sacarla del asiento delantero, donde viajaba con el cinturón colocado.
“Les dije ‘llevate todo, pero lo único que te pido es que me dejes bajar a mi nena’. Se decían entre ellos: ‘Dejala que la baje, dejala que la baje’”, recordó. A pesar de los nervios, los ladrones accedieron. Esa breve negociación, en medio de una situación de altísima tensión, permitió que el padre pudiera tomar a su hija en brazos y ponerla a salvo.
La secuencia no duró más que unos segundos. Los cuatro asaltantes, a quienes el hombre describió como jóvenes de unos 20 años, parecían actuar con rapidez, pero también con torpeza. “No podían prender la camioneta cuando se querían escapar de los nervios que tenían”, comentó. Finalmente, huyeron llevándose el celular y los documentos de Santiago, mientras que el vehículo fue recuperado a la hora del asalto.
La denuncia fue radicada en la Comisaría 8 de La Matanza, donde, según el relato de la víctima, fue atendido con celeridad. “Al minuto ya tenía dos patrulleros”, indicó. También mencionó que no se trató de un robo planificado ni de un seguimiento previo, sino de un ataque al voleo. A pesar de esto, el episodio no fue aislado. “Ya tuvimos varios sucesos en la misma cuadra, es algo que pasó varias veces”, aseguró.
En medio de la conmoción, Santiago intentó mantener la calma por su hija. “Ella me preguntaba ‘papá, ¿qué está pasando?’ y yo le decía que no pasaba nada, que esté tranquila”, recordó. Según afirmó, logró contenerla y evitar que viviera el hecho como una experiencia traumática. El miedo, sin embargo, permaneció latente durante toda la secuencia: “El pánico mío era que se la lleven arriba de la camioneta”. El asalto dejó una sensación amarga y conocida, y el recuerdo del crimen de Kim Gómez latente.
A pesar del accionar policial inmediato, el padre expresó su impotencia ante la idea de que los atacantes sigan libres. “Es la sensación de que ellos van a seguir como si nada, libres y van a seguir haciendo estas cosas. Es una impotencia para uno que trabaja”, reflexionó.
Incluso, mencionó haber visto un patrullero circular a una cuadra del lugar instantes después del hecho. “Me sentí asistido, pero fue cuestión de un segundo”, concluyó. “No soy un experto, pero pienso en que se puede hacer algo con estos chicos que deben hacer estos robos en lo cotidiano”, concluyó.